El recorrido habitual de una estrella de la NBA es el que hizo (y sigue haciendo) LeBron James. Es obvio que no hay casi nadie como él, pero sirve de ejemplo para entender lo raro del caso del jugador franquicia de los actuales Indiana Pacers.
LeBron era conocido años antes de llegar al baloncesto profesional; es más, podemos decir que incluso famoso. Aunque no existía el actual mundo de redes sociales, el cual convierte algo en viral en cuestión de minutos, en Estados Unidos y Europa todos sabían quién era El Rey, que jugaba en el instituto St. Vincent-St. Mary y que iba a ser uno de los mejores jugadores de la NBA. Y así fue. Sin alcanzar su nivel, otros muchos jugadores han vivido algo parecido y lo seguirán haciendo. Un ejemplo: quédense con el nombre de AJ Dybantsa para el draft de 2025 o 2026.
El anterior contexto es lo que hace tan especial el surgir de Tyrese Haliburton como estrella de la NBA y candidato al MVP. Y no lo decimos nosotros, es que la propia NBA lo sitúa sexto entre los favoritos. Pero vamos al lío. Nacido en Oshkosh (Wisconsin), un joven Tyrese siempre tuvo claro que quería jugar al baloncesto, pero no era muy alto ni atlético. Sin destacar a nivel físico, estuvo jugando en el Oshkosh North High School sin recibir ofertas de grandes universidades; es más, sólo tras destacar en el prestigioso 'Fab 48 Tournament' su suerte cambió. No es que contase con muchas ofertas importantes, pero Iowa State reparó en él y le dio la oportunidad.
Ya en el baloncesto college, las dudas sobre él seguían vigentes. No era el más potente atacando el aro y su mecánica de tiro preocupaba y había escepticismo sobre la posibilidad de que llegase al baloncesto profesional. Más claro, en ese momento tenía una clasificación de tres estrellas en las star ratings, algo así como la clasificación de todos los jóvenes que pueden llegar a la NBA. No era un buen augurio. Los que tienen cinco son estrellas, los que tienen cuatro apuntan a hacer carrera y los que tienen tres necesitan un golpe de suerte. Haliburton lo tuvo –además de un enorme talento–.
Lindell Wigginton, compañero de Tyrese y probable selección del draft, se lesionó en el primer partido de la NCAA y Tyrese debió asumir la titularidad. En el primer año no destacó demasiado, pero para el segundo se destapó con un promedio de 15,2 puntos, 6 rebotes y 6,5 asistencias para liderar a su equipo hasta el March Madness. Ya no había dudas de que estaría en el draft. Pese a que muchas universidades dijeron 'no' y a que los scouts también rechazaron su clase jugando al deporte de la canasta a base de malos informes, se abrió paso. Eso sí, aún quedaba un último golpe.
Estaba claro que Haliburton no iba a ser número 1 –estaba reservado para Anthony Edwards de la Universidad de Georgia–, pero las predicciones apuntaban a que se podía situar entre los números 5 y 8 del draft. Con tal perspectiva, Tyrese esperó pacientemente mientras veía como su nombre no terminaba de escucharse en la gala de novatos. El 9, el 10, el 11... Finalmente escuchó cómo le llamaban en el 12 como selección de los Sacramento Kings. Lo tomó como una afrenta a su persona. Sabía que tenía más que otros elegidos antes que él. Sí, fue otro golpe de desconfianza, de no tener claro que llegaría a ser lo que es, uno de los mejores jugadores de la NBA a sus 23 años.
Ya en los Kings, Haliburton realizó fantásticos partidos, pero el equipo no terminaba de ganar y por delante tenía a otro base como De'Aaron Fox. El equipo decidió en febrero de 2022 traspasarle por Domantas Sabonis. Los californianos mejoraron, pero más lo ha hecho Tyrese como jugador de los Indiana Pacers. En la que es su segunda campaña completa con la organización de Indianapolis, promedia 26,9 puntos, 11,9 asistencias y 4 rebotes para simplemente ser candidato al premio MVP. Los Pacers son sextos de la Conferencia Este con 11-8 y están clasificados para la Final Four de la Copa NBA que tendrá lugar en Las Vegas. Pocos confiaron en él, y sí, ahora se tiran de los pelos.