Escribe éste que firma el artículo una opinión casi al mismo tiempo que en las entrañas del Ramón Sánchez-Pizjuán se destituye a García Pimienta como técnico del Sevilla FC y se contrata a Joaquín Caparrós como apagafuegos nuevamente. Un secreto a voces por el momento, pues mientras que enlazo palabras en estas líneas sigue sin ser oficial.
Un acierto -quizá el único de la temporada- que no hace más que constatar una vez más el delirio sevillista. El estado de locura e insensatez en el que se encuentra la entidad sevillista. O, mejor dicho, sus dirigentes. Y no porque Caparrós no sea la figura idónea para ello. Todo lo contrario, sino porque nunca debió firmarse a García Pimienta; un técnico que había hecho muy pocos méritos, prácticamente ninguno, en Primera división para hacerse con este Sevilla FC. O quizá, lamentándolo mucho por el sevillismo, sí, pues este Sevilla FC nada tiene que ver con el que tenía acostumbrado a todos hasta hace muy poquito. Y de esto sólo tienen culpa unos pocos: sus dirigentes.
Igual que García Pimienta nunca tuvo que ser firmado en verano para hacerse cargo del Sevilla FC, tampoco tuvo que ser renovado hasta 2027 cuando peor estaba y, posiblemente, tampoco tendría que haber sido destituido ahora, con el Sevilla FC en objetivo. Sí, la permanencia en Primera siempre ha sido el objetivo blanquirrojo para este curso, le pese a quien le pese.
Con Caparrós, la cúpula directiva del Sevilla FC cumple con la grada y, de camino, se asegura un paraguas que no cala para este tramo final del curso en el que los ánimos, ya se ha demostrado, están caldeados. Al fin y al cabo, la capital hispalense tampoco es tan grande y hay que hacer vida en ella. Acierta ahí el Sevilla FC, aunque el fin último, quizá, sea más el beneficio propio que el de la entidad, que si alguna mínima opción tiene todavía de soñar con Europa pasa por tener a Caparrós en el banquillo, todo sea dicho.
Lo del utrerano, en cualquier caso, debe ser una alternativa de transición. Caparrós ya se ha acostumbrado a sacar las castañas del fuego, aunque en esta ocasión le ha costado más de lo esperado. Loco por enrolarse, su candidatura se topaba con un Víctor Orta y un Del Nido Carrasco que comulgan con otra idea de juego. Una realidad que no ha sido óbice para que el segundo -influenciado y aconsejado por terceras voces- haya acabado imponiendo al primero al de Utrera. Ya es el segundo técnico que se come con patatas Orta desde que arribó, y es que sus argumentos tampoco son de peso para confiar ciegamente en él: Diego Alonso y García Pimienta.
Y si Caparrós es el idóneo ahora, Bordalás lo es a mi juicio -y cada vez al de más gente dentro del consejo de administración del Sevilla FC- para la 25/26. Por mucho que le pese a Orta, quien, como ocurre con Caparrós, no confía en esa práctica del fútbol que lleva a cabo el alicantino. En cualquier caso, este Sevilla FC no está para 'jogo bonito' ni sacar la pelota jugada desde el portero. Con una plantilla cada vez más empobrecida hace falta morder y saber exprimir al máximo al mayor de los 'tuercebotas'. Bordalás tiene un máster en ello. Es la figura idónea para hacerse con el banquillo blanquirrojo el próximo verano, por mucho que le pese a un Víctor Orta que, quizá, tampoco tenga que acabar pasando por el aro, confirmándose antes su adiós. La 25/26 es el momento de que Bordalás eleve al cubo el odio al Sevilla FC por todos los campos de Primera división
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