El grado de una candidatura se calibra en estos campos de batalla. Sobre un césped irregular. En el cuerpo a cuerpo. En la exigencia alejada del glamour y hallando la motivación, explícita ante el Real Madrid, en la propia ambición de un vestuario hambriento de gloria. Porque
el Sevilla se empleó tan a fondo en Ipurua como contra los capitalinos, en circunstancias completamente distintas, con la adversidad intrínseca por la naturaleza del escenario y el rival, y sabiendo sufrir para asestar golpes certeros cuando emergió la maldad arriba que tanto se añoró años atrás y que ha recuperado esta temporada.
Es en estadios como el eibarrés donde se demuestra el material del que está hecho un equipo. Y el de Machín salió tremendamente reforzado por su capacidad para adaptarse a un partido que no se ajusta a sus cualidades pero que supo leer armado en el compromiso y una intensidad bajo la que escondía el puñal, que bien podría llamarse Navas, para firmar un nueve de nueve que lo sitúa en las alturas de la tabla sin ninguna sensación de vértigo, ya que está ahí a ritmo de goleadas y a pesar de las bajas.
Así, condicionado por las mismas,
Machín se abonó a la lógica de brindar continuidad a lo que funciona y desplegó el mismo equipo que ante el Real Madrid en base a la fórmula estrenada en la goleada al Levante, con Ben Yedder y André Silva juntos en punta y
un doble pivote pleno de seda con Banega y Mudo Vázquez. Pretendía decantar la contienda de Ipurua con sus propias armas, a partir de la imposición de su superioridad técnica, un propósito complejo en un campo de reducidas dimensiones y ante un Eibar muy intenso que presionaba hombre a hombre en la salida para impedir pensar a los nervionenses. Era la batalla sin tregua que esperaba Machín, sin apenas transiciones en el centro y una propuesta armera muy directa. Esta ausencia de espacios y tiempo bloqueó en el arranque al Sevilla, ya consciente de que esto ocurriría y que tendría que recurrir a balones largos a la espalda o en busca de
André Silva de espaldas. Por ello, el esférico le duraba poco al Sevilla ante la asfixiante vigilancia a los 'jugones', lo que a veces obligaba a Banega a buscarla muy atrás y arriesgar demasiado en zonas calientes.
No sufría demasiado el cuadro de Machín a pesar de que el choque se dirimía en los dominios banquirrojos y el Eibar percutía apretaba, pero tampoco conseguía marcar su ritmo, lo que no le impidió disfrutar de la primera gran ocasión tras un disparo fuera de Orellana: robó en la salida del Eibar en una de las contadas ocasiones que presionó y André Silva habilitó a Sarabia, que no pudo superar a Dmitrovic en el mano a mano. Mandaban los locales, mas la clase del Sevilla emergía en cuanto se aproximaba al área, como volvió a suceder a la media hora con otro remate de Sarabia nuevamente salvado por el meta serbio. Dos llegadas claras y carácter guerrero para neutralizar el empuje azulgrana ante la imposibilidad de desplegar sus virtudes y conectar entre líneas. Compensaba con concentración en la retaguardia y trabajo lo que no le concedía el rival a la espera de ganar metros con los minutos a medida que el desgaste hiciera mella en los vascos. Ya en la recta final del primer tiempo, se acercó con más asiduidad y disfrutó de dos acercamientos en los que faltó el remate. A esa intachable actitud había que añadirle en la segunda parte
un mayor protagonismo de sus recursos para llevar el partido a su terreno.
Y tardó sólo dos minutos en sumarlo con un robo en la banda zurda para que
André Silva esperara la incorporación de Navas y se la diera para después rematar
de espuela el servicio tenso del palaciego. 0-1. Latigazo de calidad. De eficacia para tomar una ventaja que cambió los tiempos de cada equipo, ya que el Eibar debía redoblar los esfuerzos y los riesgos con la consecuente apertura de espacios que los hispalenses maximizaron casi de forma inmediata. Así, después de la reacción anfitriona en forma de ronda de centro repelidos sin problemas por la zaga, el 'Mudo' avanzó al son de su talento y abrió a Navas, cuyo centro lo desvió con la mano José Ángel.
Penalti transformado por Banega para el 0-2 y susto en la celebración por la caída de aficionados sevillistas al césped al ceder la valla de la grada. Este incidente interrumpió unos minutos el choque y en su reinicio se apreció que el Eibar había acusado este segundo mandoble.
Las imágenes del partidoSeguía con el esférico pero con la confianza sensiblemente menoscabada y ante un Sevilla asentado,
muy generoso en el esfuerzo y con Franco Vázquez erigido una vez más en un adalid de la recuperación. Es el reflejo del espíritu que ha inculcado Machín a este equipo, preparado para la batalla, para no achantarse en partidos de esta índole y dotado de la paciencia suficiente para esperar la ocasión de cara a desplegar su descomunal pegada, coronada en la prolongación con un disparo lejano de Banega para el 3-0. Justo lo que hizo ayer, gestionando con madurez su ventaja -el tanto postrero del Eibar fue anecdótico- tras una nueva lección de efectividad y ofreciendo una imagen de equipo realmente serio con silueta de aspirante a cotas altas.
Con armas para el amor y para la guerra.
Ficha técnica:
SD Eibar (1): Dimitrovic, Peña, Bigas, Ramis (Arbilla, minuto 82), Cote, Diop, Sergio Álvarez (Jordán, minuto 69), Orellana, Hervías, Sergio Enrich y Kike García (Charles, minuto 68).
Sevilla FC (3): Vaclík, Jesús Navas, Dani Carriço, Kjaer, Sergi Gómez, Arana, Banega, Sarabia (Roque Mesa, minuto 73), ‘Mudo’ Vázquez, André Silva (Muriel, minuto 90) y Ben Yedder (Promes, minuto 82).
Goles: 0-1, minuto 46: André Silva. 0-2, minuto 58: Banega, de penalti. 0-3, minuto 94: Banega. 1-3, minuto 99: Jordán.
Árbitro: Estrada Fernández, catalán. Amarillas para Ramis, Orellana, Banega, ‘Mudo’ Vázquez y Arana.