Tras un irregular inicio de temporada que hizo sonar las alarmas en Ipurua, rozando, incluso, los puestos de descenso durante varias jornadas,
José Luis Mendilibar ha conseguido enderezar el rumbo de un
Eibar asentado en mitad de la tabla y cuya permanencia, salvo sorpresa inesperada, no corre peligro, teniendo, incluso, opciones de soñar con Europa si sigue haciendo las cosas bien en Ipurua y cuenta con algo de fortuna a domicilio, aunque en este tramo final tiene que visitar todavía campos como el del
Valencia o el
Atlético.
Una bofetada de realidad que obligó al preparador del conjunto vasco a tirar de pizarra y buscar soluciones, reconstruyendo al equipo desde abajo y buscando la confianza en la sobriedad defensiva, optando por una defensa de cinco que, sin embargo, no fue sinónimo de éxito (dos empates y otras tantas derrotas).
De ahí que
Mendilibar decidiera volver por sus fueros y dibujara su equipo sobre un 4-4-2 más característico o el 4-2-3-1. Un técnico, el armero, que conoce sus limitaciones, pero al que le gusta arriesgar, estar entre contrarios y contar con más de una opción a la hora defender. Enemigo de que sus jugadores estén por detrás de su par, el Eibar es un equipo que ha recuperado las buenas sensaciones, la intensidad y la agresividad.
En el aspecto ofensivo, la velocidad es la tónica habitual de un equipo que, a veces, peca de ser demasiado vertical. Hoy, además, no podrá contar con
Charles, su artillero más en forma.