Me engañó
Sampaoli. Como engañó Miguelo a su compatriota
Bilardo. "Miguelo parecía otro
Maradona en los entrenamientos, Joaquín. Zurdo. Iba, venía, se caía, se levantaba, tocaba... Me engañó Miguelo, Joaquín. Me engañó Miguelo". Me engañó Sampaoli ofreciendo, y un servidor comprando desde el minuto uno que da nombre a esta columna de opinión, una apuesta ofensiva, de sometimiento, de posesión, de la que no queda ni el más mínimo rastro.
Me engañó
Sampaoli, tal vez, porque quien suscribe estaba deseando ver algo distinto al fútbol defensivo y de control propuesto por
Emery; me engañó porque, efectivamente, hubo partidos en los que tuteó a los poderosos, llegando, incluso, a ganar al Madrid en Nervión (2-1) teniendo más posesión que su rival. Pero nada queda de aquello y, lo que es más decepcionante, nada se espera de un equipo que ha hincado la rodilla en el
Calderón (3-1) y en el
Nou Camp (3-0) -con lamentable abrazo final de
Sampaoli a
Neymar- y que aún tiene que visitar el Bernabéu con su cara actual de muerto en vida.
Ya escribí que el amateurismo quedó enterrado en la boca de su mentor, pero aplaudí la forma de adaptarse al fútbol europeo encontrando otras maneras de ganar partidos, buscando otras vías más prácticas y menos estéticas. Ya no queda ni lo estético, ni lo práctico. No se sabe a qué juega un
Sevilla con un entrenador con la cabeza puesta en dirigir a la selección argentina y que, además, y esto es lo realmente grave, se está equivocando en la forma de forzar su salida.
Negar que conocía la reunión de su abogado con la
AFA equivale a intentar tomar el pelo a una institución centenaria y a su afición. Hace bien el Sevilla en apretarle las tuercas para impedir que se marche cuándo y cómo él quiera, más aún teniendo, como tiene, otro año de contrato.
Su sentido de la responsabilidad debería obligarle a seguir sacando rendimiento a un plantel que se ha formado con la intención de establecer un cacareado estilo de juego que no ha dado para ganar títulos, que está por ver si da para acceder a la
Champions y al que le quedan seis jornadas para saber si, efectivamente, se confirma el engaño de
Sampaoli.