Veinte días han pasado desde que Sevilla se echó a la calle para celebrar la consecución de La Séptima Europa League. Y, para los sevillistas, parece que aquello sucedió en el siglo pasado. Tantas cosas han sucedido desde entonces que casi se ha olvidado ese momento tan bonito. Sobre todo, porque todas han sido malas y han dejado la imagen del club por los suelos.
Un esperpento que ha tenido como colofón el que ya podría conocerse como 'lunes negro'. Todo lo vivido en ese primer día de la semana roza el ridículo. Podría asociarse a algún club menor, con recursos limitados, poco prestigio y falta de experiencia. Pero el Sevilla, al menos aparentemente, todos esos adjetivos le sobran.
El fichaje del sustituto de Monchi sólo puede definirse con una palabra: improvisación. Si obviamos que el León de San Fernando venía avisando desde hace meses de que se podía ir -tuvo una oferta de México- y que no le creyeron cuando lo dijo por primera vez tras coronarse en Budapest, aun así, Castro y Del Nido Carrasco han tenido más de dos semanas para buscarle un sustituto.
Lo de Braulio Vázquez, el elegido, podría esperarse con lo asentado y valorado que se encuentra en Pamplona. Y aun siendo muy optimistas en que hubiera elegido al Sevilla por lo que le ofrecía y lo que representaba, tenían que haber tanteado alternativas y no improvisar llamando a Cobeño a última hora, sabiendo que tenía contrato en vigor y una cláusula de rescisión, y de paso, tocándole las narices a otro club. Y finalmente, como esa ridícula presión no surtió efecto, mirar al que tenían seguro desde el principio, un Víctor Orta que está sin equipo, esperando, pero que, con todo lo vivido, sabe que es el 'tercer plato'.
No es que Orta no sea válido. Lo es. Ya lo demostró cuando era 'novato' en su anterior etapa sevillista y lo ha hecho posteriormente en los clubes en los que ha estado. Como también lo son Fernando Navarro, aun sin haber sido nunca primera espada, y Emilio de Dios. Son las formas por las que se ha llegado a esta elección.
Los máximos gestores sevillistas han acabado dando la razón a Monchi cuando se quejaba de que se metían en su trabajo y, sin decirlo, que trataban de opinar y hacer algo que no sabían. En apenas unos días ha quedado demostrado. Harían bien en dejar trabajar al que venga, ya sea Víctor Orta u otro, y no meterse donde no les llaman, porque milagros deportivos como el de este año no se dan demasiadas veces.