Muchos se preguntaban, cuando se conoció que España sería, junto a Portugal y Marruecos, la organizadora del Mundial de Fútbol de 2030, por qué entre las posibles sedes estaba el Estadio de La Cartuja y no los por entonces ya completamente remodelados y ampliados Benito Villamarín (con más de 60.000 espectadores de aforo) y Ramón Sánchez-Pizjuán (que alcanzaría los 55.000), sin duda recintos más modernos que el otrora conocido como Olímpico de Sevilla. La respuesta, quizás, sería que la FIFA no quiere castillos en el aire y prefiere lo que ya conoce, el campo afincado entre el término municipal de la capital andaluza y el de Santiponce. Sin embargo, el vacío de poder existente en la RFEF, con un presidente interino y a las puertas de unas elecciones mientras el anterior ocupante del máximo cargo, Luis Rubiales, se enfrenta a un juicio por presunto abuso sexual, deja todo en el aire.
De momento, el enfado mayor está en Suramérica, pues Argentina, Uruguay y Paraguay se han quedado con las migajas, en parte por no haber acordado una cantidatura conjunta de ellos tres con Perú y Chile. El máximo organismo del balompié mundial, que quería, además, cambiar de continente (en 2026 habrá visita a Norteamérica, tanto Canadá y Estados Unidos como México), les ha otorgado una clasificación directa a los tres primeros y un partido inaugural a cada uno, en una especie de ceremonia de apertura coral por definir, pero ahí no acaba la incertidumbre. De un lado, Portugal no se conforma con las tres sedes previstas (José Alvalade, Do Dragao y Da Luz) y reclama albergar la final, que también pide Marruecos para Casablanca, aunque las simples exigencias de capacidad dejan como únicas vías factibles el Santiago Bernabéu y el remozado Camp Nou. Además, cualquier mejora en las condiciones de las naciones vecinas supondría una merma en el número de estadios españoles. Y eso ha desatado una fiebre en los Ayuntamientos con menos posibilidades.
De esta manera, los compañeros de El Partidazo de Cope han hecho una rueda de llamadas a los alcaldes de poblaciones como Málaga, Gijón, San Sebastián o Zaragoza, en principio por detrás, como Mestalla, de los mencionados recintos del Real Madrid, el FC Barcelona, La Cartuja, San Mamés y el Metropolitano. Y ha aparecido una nueva modalidad: los campos en mente. Por ejemplo, la alcaldesa de la principal ciudad aragonesa, Natalia Chueca, va a poner los millones sobre la mesa para construir un nuevo ("estamos trabajando para hacerlo y los plazos nos dan; Zaragoza necesita un campo nuevo", dice, pese a que el equipo no llena La Romareda y sigue en Segunda), mientras que Francisco de la Torre, primer edil de la capital costasoleña, cree que disponer del "tercer mayor aeropuerto de España" es un punto a su favor. Por su parte, desde Asturias reclaman que "El Molinón, el estadio más antiguo del país, debe estar representado en el Mundial de 2030", al tiempo que en Donosti presumen de Anoeta y creen que, peleando en los despachos, tienen "muchas posibilidades", aunque se elija también Bilbao.