Jornada intensa la del 10-N en la capital hispalense. Porque hay tiempo para todo, aparte de que el fútbol no concitará toda la atención hasta las 21:00 horas, ya con los colegios electorales cerrados.
Seguramente, serán las horas con menos consulta a los recuentos de los comicios de la historia, porque no habrá sevillano que se precie pendiente de otra cosa hasta las once de la noche que no sea lo que ocurra sobre el césped del Benito Villamarín. Como poco, ya que la sobremesa se saborea en esta tierra tanto o más, incluso, que la cena si del derbi de todos los derbis se trata.
Un domingo con todos los ingredientes para ser recordado y en el que, según se hable de política o de deporte, tendrán sentido o no términos como la intención de voto, los sondeos o los pactos. Hasta las ocho, bienvenidos sean, porque, de noche, nadie votará en blanco. O, por lo menos, no solamente en blanco.
El verde o el rojo matizarán el color que teñirá Sevilla hasta la próxima vez que heliopolitanos y nervionenses crucen sus caminos, allá por mediados de marzo de 2020.