Es lógico que los dirigentes del
Betis aludan al crecimiento que ha experimentado el club desde su llegada, porque lo cierto es que resulta palpable. Obviamente, no sólo por ellos, pero
Haro y
Catalán tienen buena parte de culpa de que la entidad se haya vuelto, incluso sin participaciones en competiciones europeas, atractiva para futbolistas otrora inalcanzables.
De la mano de
Serra Ferrer y ya sin el balear al frente de la dirección deportiva, la plantilla heliopolitano ha ganado peso y caché.
Bartra, Canales, Pau López, William Carvalho, Lo Celso y, ahora,
Fekir se han enfundado la camiseta verdiblanca, gracias al poder de convicción, la valentía y el músculo financiero de dos jóvenes empresarios de la provincia sevillana que han modernizado y puesto en órbita a una institución que, al fin, ha dejado atrás los líos accionariales.
Además, se ha perdido el miedo a bucear entre las oportunidades de mercado para que se revaloricen aquí y sean vendidas más caras. Perder el cariño al 'producto' y 'cazar' las plusvalías, necesarias para rearmarse
con otros que sigan haciendo rodar la maquinaria.