Es indudable que
LaLiga Promises se ha ganado un prestigio sustentado en la ilusión que suponen para los más pequeños esas concentraciones en lujosos hoteles, con encuentros entre los
principales clubes del país que son
televisados en directo, con megafonía, con público en las gradas, con entrevistas para los medios de comunicación, con una organización de lo más profesional, con potentes departamentos de merchandising, de marketing y de otros muchos anglicismos modernos terminados en 'ing'. Las jóvenes promesas del fútbol base español obtienen un
potente altavoz para darse a conocer, pero a sus clubes les suele salir bastante caro. El
Sevilla FC, como 'premio' por su buen papel en la última edición, acaba de ser saqueado por enésima vez.
Madrid y Barça se llevan a dos perlas nervionenses de sólo 11 y 13 años.
Este fin de semana, el periódico digital
Marbella24Horas destapaba el inminente fichaje por el Real Madrid del marbellí
Adrián Pérez, de sólo
13 años y flamante
subcampeón de LaLiga Promises 2021 con el Sevilla FC. Se trata de un prometedor
extremo zurdo que viene despuntando con el Infantil blanquirrojo y que se marchará a la capital de España con un contrato de tres temporadas, una plaza en una residencia de jóvenes deportistas, con un completo plan de estudios y una oferta laboral para sus padres, que se mudarán con él.
En
Valdebebas, Adri coincidirá con el
MVP de la edición de este verano de LaLiga Promises, el canterano del RC
Celta de Vigo
Bryan Bugarín, de
12 años, también recién fichado por los captadores merengues. Con ellos jugará otra de las sensaciones de este curso, el talentoso
Paulo Iago, que a sus
13 años ha firmado un contrato para ser representado por el 'superagente'
Jorge Mendes. Todo ello, tan legal como chocante viendo la edad y la ética mercantilista de muchas de estas prácticas.
El pasado mes de junio se conoció que el
FC Barcelona había fichado a dos jugadores
nacidos en 2010 (de sólo 11 años) de los que también había quedado prendado en ese mismo torneo de fútbol base. Uno es el sanluqueño
Alejandro Oviedo, del Sevilla FC, y otro es
Hugo Garcés, que se había convertido en el gran proyecto de futuro del Real
Zaragoza. Ambos estuvieron visitando con sus familias las instalaciones del Barça y firmaron sus nuevos contratos, tal y como informaban el diario
Sport y
TV3.
Es decir, sólo unas semanas
después de ese baño de ilusión infantil en LaLiga Promises
llega el expolio (así lo ven ellos) a sus equipos de origen, adonde seguramente llegaron de otros equipos aún más humildes -
tampoco hay que caer en la hipocresía- pero, al fin y al cabo, donde se han educado, formado y despuntado. Dicho de otro modo, para el Sevilla FC, el Real Betis, el RCD Espanyol o el RC Celta, entre otros, para los clubes que verdaderamente cuidan sus escalafones inferiores, participar en este tipo de torneos resulta
contraproducente y arriesgado.
Como poco, supone un
importante hándicap para que lleguen al primer equipo chavales de la casa como Navas, Puerta, Reyes, Ramos, Marchena, Sergio Rico, Bryan Gil o Pozo.
Lo que se vende como el mejor torneo de cantera de España hace de todo menos defender a la cantera, ya que al final sólo sirve para que los clubes más poderosos puedan realizar un filtrado rápido y adelantarse varios mercados. Basta ofrecerle salida laboral a la familia para fichar a niños de 11, 12 o 13 años.
Si sólo fuese una práctica para evitar pagar traspasos millonarios dentro de algo más de un lustro, aún habría margen para argumentar una defensa teórica. Sin embargo, luego los clubes de origen de esos niños (no futbolistas, sino niños) tienen que
soportar ver cómo en Madrid presumen de La Fábrica o en Barcelona sacan pecho en todo el mundo por La Masia, con ejemplos como los de
Ansu Fati, criado en la Escuela Peloteros Sierra Sur y en el Sevilla FC o
Andrés Iniesta, al que precisamente captaron tras salirse con su Albacete en el germen de la actual Promises, el Torneo de Brunete, que luego también pasaría por Arona y que últimamente tiene sede en Villarreal. Recuerden sus nombres, para cuando vean al Florentino o al Laporta de turno darse
gorilescos golpes en el pecho.