Daniel Alves es el
futbolista más laureado de la historia del fútbol. Ni más ni menos que 40 trofeos adornan un impresionante palmarés que el brasileño comenzó a engrosar en su etapa como jugador del
Sevilla Fútbol Club.
Eindhoven abrió una lista a la que siguió la Supercopa en
Mónaco y la segunda Copa de la UEFA, en
Glasgow, título del que este sábado se cumplen 13 años y que el actual futbolista del Sao Paulo ha recordado con mucho cariño, hacia el club nervionense y hacia los que fueron sus compañeros, un vestuario muy especial.
En una entrevista para los medios de la
UEFA, Dani Alves resaltó la
unión de aquel Sevilla. "Ese equipo era especial porque
era más que un equipo. A un equipo de fútbol lo ves jugando bien y dices 'qué guay', pero este equipo trascendía más allá de la palabra equipo", ha asegurado el legendario lateral derecho, quien mantiene fresco en su memoria el recuerdo de aquella emocionante final ante el Espanyol, que necesitó de una tanda de penaltis después de 120 minutos vibrantes e igualados.
"Recuerdo en la final que podríamos haber marcado muchos goles después de la expulsión de ellos (el Espanyol jugó muchos minutos con uno menos por la roja a Moisés Hurtado) y haber ganado con tranquilidad, pero
empezamos a fallar. En el fútbol sabemos que
cuando el balón no entra hay que tener cuidado porque en cualquier momento te pueden hacer gol. Cuando nos marcaron fue un 'shock', el fútbol nos puso a prueba, nos testó para ver si nosotros realmente merecíamos llevarnos esta copa una vez más.
Estábamos dominando y de repente, un calambre, un 'shock'. Un chut de lejos de Jonatas empató el partido y tuvimos que ir a penaltis, porque estaba así escrito”, recordó.
La gloria estaba a un paso, aunque las fuerzas se agotaban. El Espanyol, tras empatar, llegaba lanzado anímicamente; pero el Sevilla tenía un arma aún mejor que la energía o la motivación: tenía de su lado a
San Andrés Palop. "En la tanda de penaltis teníamos calambres, estaba lloviendo, el campo estaba pesado y acabamos el partido muertos, pero
estábamos tranquilos, Palop era muy bueno, atajaba mucho y fuimos a los penaltis con la tranquilidad de que los iba a parar, la final estaba dibujada para él. Cuando fui a patear, pensé, le voy a dar fuerte y a intentar que no se me vaya, pero al final, le puse demasiada fuerza, tenía el cuerpo desequilibrado y
el balón se me fue".
Eindhoven podría haber sido sólo una casualidad. Mónaco, el fruto de una efímera inercia ganadora, sin más. Pero Glasgow demostró que este Sevilla había coronado la cima europea y era para quedarse. Unos días después llegarían la Copa del Rey y la Supercopa de España:
cinco títulos en sólo 15 meses para llevar al club nervionense a otra dimensión que continuaría, años después, con otra Copa y con tres entorchados más de la Europa League, para convertirse en el
mejor equipo de la competición.
"La celebración fue como un 'flashback' porque buscábamos puntos para lograr la permanencia y ahora estábamos consiguiendo nuestra segunda Copa de la UEFA.
Es una inyección de adrenalina a 300 por hora y es una satisfacción de que estás poniendo un
granito de arena para construir un gran respeto por el club. Eso es lo que más me gusta de mi profesión, me llena de orgullo ir a un equipo y construir o reconstruir algo. En el Sevilla fue cuando me di cuenta que uno está aquí para esto, para construir y
dejar su nombre ahí".