El consumo de la información deportiva se dispara en verano. Aumenta también la venta de libros y revistas (la gente tiene tiempo para leer, aunque los índices de lectura anden por los suelos en nuestra querida Andalucía). En el caso del deporte,
hay una razón que esgrimen los más pragmáticos: si dividimos con los adjetivos más básicos, no hay clasificación que indique si tu equipo es bueno o malo. Hay proyectos en construcción y posibles fichajes que disparan la ilusión de los aficionados.
En ese mundo estival no hay crisis, no hay derrotas, no hay temores a perder la categoría ni destituciones de entrenadores. Después llega
la realidad y, cuando tu equipo no gana partidos, un desencanto que te quita las ganas de leer y, en los días más duros, hasta las ganas de acudir al fútbol. En ese punto del dial se encuentran ahora los béticos, en un bucle que se repite en las últimas temporadas: incierto presente, ilusionante futuro.
Lo han intentado
Haro y
Catalán en varias ocasiones, pero no dan con la tecla. En el camino,
cinco directores deportivos (Macià, Torrecilla, Alexis, Serra Ferrer y López Catalán ejerciendo como tal) y
seis entrenadores (Mel, Merino, Poyet, Víctor Sánchez del Amo, Setién y Rubi). Y este año va camino de un nuevo fracaso.
Del evidente crecimiento social y económico son ellos los máximos responsables, nadie lo puede poner en duda. Que el
Betis tenga el mayor presupuesto de su historia es consecuencia de una buena gestión, por supuesto. Pero también son ellos, y de nada sirve desviar la atención, los que no han logrado dar continuidad al salto cualitativo en el plano deportivo. Sólo con
Serra Ferrer se convivió con el éxito, pero acabó destituido y tiene la puerta cerrada salvo que se presente en otra candidatura.
Ahora se vive el incierto presente proyectando de nuevo el ilusionante futuro.
Rubi, salvo milagrosa reacción, está amortizado. Todo apunta a que la apuesta será un entrenador contrastado (suenan Marcelino y su amplio equipo; y Pellegrini) para arrancar una nueva etapa. No suena mal, pero todo ese ruido, así como la posible salida de
Feddal, despista aún más a un vestuario construido para grandes logros y que vive más cerca del descenso (8 puntos) que de
Europa (10, que pueden ser 13 si la
Real Sociedad gana su partido aplazado al Eibar). Conociendo la historia del
Betis, más vale ocuparse del incierto presente que tiempo habrá para construir, en ese bucle infinito, el ilusionante futuro.