Ésta es una de esas columnas de opinión en las que no voy a ganar nada y, seguramente, sí perderé mucho. Pero se supone que el periodista debe decir siempre lo que piensa y tratar de contar lo que no quieren que cuentes. Al menos, el periodista independiente, una 'rara avis' en esta profesión gobernada ya por la dictadura del clic. Generalmente, las lecturas que deja El Gran Derbi son muy similares: buen Sevilla FC, horroroso Real Betis. Empieza ahora un parón de selecciones que se volverá eterno en Heliópolis y que será mucho más corto y dulce en Nervión, incluso con la junta extraordinaria de este miércoles. Hasta Del Nido padre parece imbuido en el 'espíritu García Pimienta', aunque seguro que se guarda dardos contra Junior a la espera de que los juzgados le den algún día la razón. Mientras tanto, Del Nido Carrasco gana tiempo y crédito para su proyecto, mientras que el de Haro y Catalán se tambalea. La crisis va por barrios.
Ni lo uno ni lo otro es rigurosamente cierto. Si el FC Barcelona le da un meneo a los blanquirrojos a la vuelta, regresarán las dudas al Ramón Sánchez-Pizjuán. Si ese equipo al que sólo le faltaba convertir varias de la media docena de ocasiones que creaba en cada partido recupera la confianza y la pegada en Pamplona, la ilusión se reinstalará en el Benito Villamarín. Pero, mientras tanto, un cazo de polémica arbitral, otro de 'piques' en el palco, un puñado de Medina Cantalejo y otra pizca de 'guasa' sevillana al caldero para entretenerse hasta que vuelva LaLiga. Eso sí, al bético no le va a ir tan rápido ni tan fácil el mosqueo. Justificado, sin duda. Pasan los entrenadores, los jugadores, los presidentes y los directores deportivos sin que su equipo sea capaz de competir de verdad en los derbis. Y fastidia casi más que perder el hecho de que te gane este Sevilla; cuando se llega y hasta se juega mejor, casi nunca se gana, y, si se juega peor, suele perder.
Arrancan dos semanas en las que se disparará en La Palmera a todo lo que se mueva, hasta Palmerín si se escantilla. Contra Haro y Catalán, por supuesto, por ser incapaces de transmitir ese veneno que sobra en la otra acera (Monchi y Del Nido Benavente antes, Caparrós siempre aunque ya no esté dentro, ahora Pablo Alfaro) y que sí tenía (he aquí las palabras mágicas) Serra Ferrer. A Manu Fajardo, y, por extensión, a sus jefes Ramón Alarcón y el propio Josemi, por empobrecer la plantilla, dejándola superpoblada en algunas posiciones y coja en otras, por traer al 'Chimy'... Hasta, vaya sacrilegio ése, recibe Manuel Pellegrini, por empecinarse en algunas decisiones tácticas (una de ellas, el 'Comandante' en la banda) o no sacar rendimiento a jugadores que se supone que tienen mucho que dar. Ha cumplido su ciclo, insisten algunos. Un ciclo con cuatro clasificaciones consecutivas para competiciones europeas por primera vez en la historia del club, ojo.
Y con plantillas cada vez peores, según los mismos críticos. Si se impone la lógica y este Betis levanta cabeza para acercarse a la zona noble, todo ese ruido se difuminará. Y desaparecerán un rato los repartidores de carnés de bético, una especie que ha pasado de estar en peligro de extinción a propagarse cual plaga por las redes sociales, ese hediondo espacio en el que, tras el anonimato de un nick y una foto random, se vierte la inmundicia que muchos llevan dentro y que no les dejan sacar cara a cara. Los cojones, decía un buen amigo mío, donde hay que echarlos. El que esto firma no tiene un duro ni un carguito (ni aspira ya con 47 'palos' a ninguno), pero está cansado de que muchos defiendan que gastarse 600 euros en un abono, con todo el esfuerzo del mundo, capacite a cualquier persona a dudar del beticismo de quien lo ve desde su casa, en un bar o con una app de dudoso origen, ni de quien invierte su patrimonio personal a fondo perdido para comprar acciones.