No se registraron, por fortuna, incidentes reseñables entre los ultras de CA Osasuna y Real Betis, que protagonizaron enfrentamientos sin precedentes hace un año en Heliópolis que provocaron más de 80 detenciones y que cualquier cruce navarro-hispalense desde entonces sea declarado de Alto Riesgo. Los alrededor de 500 hinchas verdiblancos situados en la grada visitante de El Sadar se vieron completados con unas cuantas decenas repartidas en el resto del feudo rojillo, burlando a las fuerzas de seguridad con sus camisetas del escudo de las trece barras. En los prolegómenos, durante el traslado desde el lugar de concentración de los aficionados foráneos hasta el estadio, hubo alusiones e insultos a Indar Gorri e Iraultza 1921, la peña más radical del Deportivo Alavés, contra los que ha habido enfrentamientos igualmente, pero no trascendieron daños materiales o personales.
Desgraciadamente para él, en la parte baja del Graderío Sur centraron sus ataques en Luis Ezequiel Ávila. Un ex futbolista que brindó 29 goles, 10 asistencias y una jugosa plusvalía (costó 2,7 millones de euros e ingresaron por él cuatro millones fijos, 700.000 euros en variables, un 10% extra del pase de Raúl García de Haro y un 20% de cualquier traspaso posterior del rosarino por más dinero) que cometió el pecado de querer progresar y marcharse, tras ver cómo se frustraban otros traspasos por su doble y grave lesión de rodilla. La 'Fuerza Roja' animó a un sector del público navarro a silbar e insultar al 'Chimy', al que desearon literalmente la muerte en varios cánticos, lo que provocó un inmenso pesar al atacante, como confesaría luego en zona mixta. En parte porque su mujer, sus dos hijas mayores (tiene un hijo de pocos meses que nació en Pamplona) y sus padres estaban en la grada.
Con esos condicionantes, de los que fueron testigos los asistentes y también los que vieron el duelo por televisión, sorprende que las redes sociales se llenaran de críticas al '9' bético por celebrar el 1-2, que hizo saltar de júbilo a los hinchas heliopolitanos. A ellos se dirigió expresamente el ex de Tiro Central y San Lorenzo cuando recogió el rechace de su amigo Sergio Herrera para abrochar la victoria verdiblanca. Corrió para deslizarse sobre sus piernas, como acostumbra, y, tras señalar a esa esquina de El Sadar ocupada por los suyos, se contuvo en el festejo para molestar lo menos posible. Un ejercicio de control que no fue valorado por su antiguo público, aunque sí por el nuevo, al que se ha ganado por su compromiso, su fiereza en el campo (que alguna vez le jugó malas pasadas en forma de tarjetas) y sus detalles de sevillanía.