Su mala cabeza le evitó triunfar en el Athletic Club y ahora tira de autocrítica para que sirva como ejemplo

"Me faltó madurez. Con 15 años te ponen tu primer contrato encima de la mesa. Cobras más que tus padres y crees que el mundo es tuyo, que vas a llegar a Primera y que además tienes que jugar", asegura un Aitor Fernández que ahora, desde la experiencia, reconoce los errores del pasado

Su mala cabeza le evitó triunfar en el Athletic Club y ahora tira de autocrítica para que sirva como ejemplo
Aitor Fernández, con Osasuna. - UES
Alejandro SáezAlejandro Sáez 3 min lectura

La experiencia es un grado. Y si no, que se lo pregunten a Aitor Fernández, quien a sus 32 años está viviendo uno de sus mejores momentos como profesional. Feliz en Pamplona, donde no ha tenido problemas para adaptarse a Osasuna tras una exitosa etapa de cuatro años en el Levante, en su primer año como rojillo le ha disputado el puesto a Sergio Herrera, disputando 21 de los 38 encuentros de LaLiga.

Pero no siempre ha sido así y con el paso de los años uno va cimentando una personalidad que, quizá, le falta a muchos profesionales del balompié durante sus inicios. Así lo ha manifestado él mismo durante una entrevista con el Diario de Navarra, donde el guardameta, que hoy por hoy disponer de la total confianza de Jagoba Arrasate, con el que ya compartió vestuario en sus inicios, recuerda que su paso por el Athletic Club no fue el soñado y que sus errores de juventud le llevaron a tener que emprender el camino lejos de San Mamés, donde soñaba haber hecho carrera desde pequeño.

“Me faltó madurez. Con 15 años te ponen tu primer contrato encima de la mesa. Cobras más que tus padres y crees que el mundo es tuyo, que vas a llegar a Primera y que además tienes que jugar. Te falta madurez, dejas de entrenar, dejas de cuidarte tanto, porque te crees que eres la ostra, ves cuatro pelas que tus amigos no tienen y vas de guay…”, asevera un autocrítico Aitor Fernández, quien no duda en reconocer que él mismo fue el principal culpable de que las cosas no le fueran como esperaba en sus inicios.

Y entonces, le tocó salir y esforzarse duro para conseguir reconducir la situación, como finalmente acabó consiguiendo: “Vas a entrenar y los balones tienen agua del día anterior, parecen medicinales. Te tienes que comprar tú el chubasquero porque si llegas un poco tarde no tienes, pasas un frío terrible, la ropa está húmeda porque no da tiempo a secarse... Eso te hace ver la realidad del fútbol y arrepentirte de los años que has tirado”.

Tras su paso por Barakaldo, donde comprobó en primera persona las dificultades del fútbol más modesto, comenzó a enderezar de nuevo su carrera, marchando al filial del Villarreal, debutando más tarde en Segunda con el Numancia, con Jagoba Arrasate en el banquillo. Allí vivió dos grandes campañas que le sirvieron para dar el salto a Primera división con el Levante, donde rindió a un alto nivel como granota durante cuatro cursos, saltando luego a Osasuna, donde por primera vez podrá participar en Europa.