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Las duras confesiones de Adriano

La que fuera estrella del Inter de Milán y la selección brasileña ha escrito una dura carta contando su vida y sus problemas con el alcohol

Las duras confesiones de Adriano
Las duras confesiones de Adriano - CORDON PRESS
José Antonio RiveroJosé Antonio Rivero 6 min lectura

Adriano Leite Ribeiro, conocido futbolísticamente como 'El Emperador' o simplemente Adriano, fue una estrella al inicio de los 2000, brillando sobre todo en el Inter de Milán y en la selección brasileña. El de Río de Janeiro ganó cuatro temporadas consecutivas la Serie A con el Inter, época en la que también fue campeón del mundo con Brasil en 2005, pero su carrera acabó de la peor forma posible.

La muerte de su padre fue la gota que colmó el vaso, pero tras colgar las botas con 34 años, los excesos en su vida fueron cada vez más habituales. Ahora el brasileño ha escrito una carta publicada en 'The Players Tribune' en la que confirma sus problemas con el alcohol y cuenta su vida en las favelas de Vila Cruzeiro.

"No me drogo, como intentan demostrar. No estoy metido en el crimen, pero, por supuesto, podría haberlo hecho. No me gusta salir de fiesta. Siempre voy al mismo lugar de mi barrio, el kiosko de Naná. Si quieres conocerme, pásate. Bebo cada dos días, sí. (Y los otros días, también.) ¿Cómo llega una persona como yo al punto de beber casi todos los días? No me gusta dar explicaciones a los demás. Pero aquí va una. Bebo porque no es fácil ser una promesa que sigue en deuda. Y a mi edad, la cosa empeora", explica el brasileño.

En su carta, Adriano cuenta la primera vez que su padre le vio beber alcohol. "Tomé un vaso de plástico y lo llené de cerveza. Aquella espuma amarga y fina que bajaba por mi garganta por primera vez tenía un sabor especial. Un nuevo mundo de 'diversión' se abrió ante mí. Mi madre estaba en la fiesta y vio la escena. Se quedó callada, ¿no? Mi padre… Mierda. Cuando me vio con el vaso en la mano, cruzó el campo a paso apresurado de quien no puede permitirse perder el autobús. “Para ahí mismo”, gritó. Corto y espeso, como siempre. Dije: “Oh, hombre”. Mis tías y mi madre se dieron cuenta rápidamente y trataron de calmar los ánimos antes de que la situación empeorara. “Vamos, Mirinho, está con sus amiguitos, no va a hacer ninguna locura. Sólo está ahí riéndose, divirtiéndose, déjalo tranquilo, Adriano también está creciendo”, dijo mi madre. Pero no hubo conversación. El viejo se volvió loco. Me arrancó la taza de la mano y la tiró a la cuneta. “Yo no te enseñé eso, hijo".

Precisamente la muerte de su padre fue lo que terminó de hundir al que un día fue uno de los mejores futbolistas del mundo. "La muerte de mi padre cambió mi vida para siempre. Hasta el día de hoy, es un problema que todavía no he podido resolver. Toda la mierda empezó aquí, en la comunidad que tanto me importa", afirma.

Seedorf intentó ayudarle en Milán

Dentro de tan extensa carta, Adriano cuenta como algunos compañeros quisieron ayudarle en Milán, como fue el caso de Seedorf, que una Navidad le invitó a su casa para que no pasara las fiestas solo. ""Me despedí rápidamente y volví a mi apartamento. Llamé a casa. “Hola, mamá. Feliz Navidad”, dije. “¡Hijo mío! Te extraño. Feliz Navidad. Están todos aquí, el único que falta eres tú”, respondió. Se oían las risas de fondo. El sonido fuerte de los tambores que tocan mis tías para recordar la época en que eran niñas. Pude ver la escena frente a mí con solo escuchar el ruido por teléfono. Maldita sea, comencé a llorar de inmediato", empieza contando sobre ese momento.

"Estaba destrozado. Agarré una botella de vodka. No exagero, hermano. Bebí toda esa mierda solo. Llené mi culo de vodka. Lloré toda la noche. Me desmayé en el sofá porque bebí mucho y lloré. Pero eso fue todo, ¿no, hombre? ¿Qué podía hacer? Estaba en Milán por una razón. Era lo que había soñado toda mi vida", sigue diciendo.

Otro de los momentos duros es cuando explica el motivo por el que se siente tan cómodo en su barrio en Brasil, pese a ser una favela. "Cuando “escapé” del Inter y salí de Italia, vine a esconderme aquí. Recorrí todo el complejo durante tres días. Nadie me encontró. No hay manera. Regla número uno de la favela: mantén la boca cerrada. ¿Crees que alguien me delataría? Aquí no hay ratas, hermano. La prensa italiana se volvió loca. La policía de Río incluso llevó a cabo una operación para “rescatarme”. Dijeron que me habían secuestrado. Estás bromeando, ¿verdad? Imagínate que alguien me va a hacer daño aquí… a mí, un niño de la favela".