Se ha recuperado la verdadera razón de ser de la Copa del Rey. Su esencia como oportunidad para muchos clubes humildes de soñar a lo grande o, como mínimo, de disfrutar de una noche inolvidable ante profesionales de primer nivel. Es la democratización del fútbol, el día esperado que dispara la emoción.
A partido único el impacto de la distancia entre los equipos se reduce y la ilusión entra en juego en su versión más salvaje. Que se lo digan al Antoniano, que, al margen de la considerable inyección económica, hará historia en el Municipal de Lebrija, y podría enfrentarse a Sevilla o Betis. Allí podría empezar el camino más corto hacia un título para los equipos hispalenses, aunque los locales, como el resto de clubes humildes, se dejarán la piel para seguir soñando.