A Dabbur le abrieron ya un poco la puerta el día que Monchi, durante su presentación, dijo sin que nadie le preguntara que él
"también lo habría fichado". Obviamente,
ya sabía que no encajaba en la idea nueva de juego, pero se trataba de
una inteligente táctica para no que no se devaluara, de cara a una problable salida que ya se barajó, incluso, ese mismo verano.
Se negó el propio Dabbur, tan contrariado por su extraña situación como confiado en que no iba a desaprovechar las oportunidades que le brindase el técnico vasco.
Y, tras hacer
tres goles y dar dos asistencias en apenas 443 minutos, no se puede decir que no lo hiciera. El problema es que, al contrario que Pedro Sánchez,
para Julen Lopetegui "no" es "no", y ha estado orillándole hasta que el israelí ha entendido que
no se trataba de si era mejor o peor jugador, sino de si
era bueno o malo para una determinada filosofía; una en la que el '9' es antes defensa que delantero, en la que se busca siempre no encajar, que alguna arriba caerá.
De hecho, si la venta de Dabbur es positiva o negativa
no dependerá de si hace más o menos goles en el Hoffenheim, como tampoco dependería el éxito de la venta de tu local, por ejemplo, de si el nuevo dueño sacase más o menos beneficio en su negocio. Si no te vale y sacas más de lo que te costó, bien vendido está.
Que haya tomado o no el camino correcto el Sevilla,
obligado a tomar decisiones en este mercado ante su patente problema ante el gol, dependerá, en realidad, de lo que haga ahora Monchi con el dinero ingresado, porque igual no sólo trae un punta -cedido- que sí encaje,
tipo Alcácer, sino porque igual le da también para
un extremo que aporte variantes al ataque, algo que hasta le hace más falta.
Buenos delanteros llegados en momentos inapropiados hay muchos. Que le pregunten, si no, a
Immobile o Aspas y añadan a Dabbur a la lista.