La irregular aportación de los fichajes que llegaron bajo su mandato, el fracaso en la elección de los entrenadores -primero
Gustavo Poyet y después
Víctor Sánchez del Amo-, ambos destituidos, y sus escasas pero siempre controvertidas declaraciones públicas han marcado el fugaz paso del ya exdirector deportivo verdiblanco
Miguel Torrecilla por el
Betis, aunque ha sido su relación con el recién llegado vicepresidente deportivo
Lorenzo Serra Ferrer y el rol que se vio obligado a asumir el que ha terminado precipitando su salida de la entidad.
Torrecilla, quien acordó el pasado lunes su salida del club para emprender una nueva aventura en el
Sporting de Gijón, llegó en mayo de 2016 para suplir a
Eduardo Macià. Precedido por su éxito en el Celta, al que había logrado meter en competición europea, aterrizó en la capital hispalense con el objetivo de implantar su forma de trabajo y confeccionar una plantilla que superase la décima plaza del ejercicio anterior. "Todo lo que no sea estar entre los diez primeros sería para tirar de las orejas" a los responsables, llegó a afirmar, frase que, como en otras muchas ocasiones, se terminó volviendo en su contra.
Desde
Durmisi, su primer (y mejor) fichaje, hasta
Tosca y
Rubén Pardo, llegados en el mercado invernal, fueron desembarcando en Heliópolis hasta once refuerzos, a los que ni
Poyet, en primera instancia, ni luego
Víctor Sánchez del Amo consiguieron sacar el rendimiento esperado.
Tampoco le salió bien su elección de los inquilinos del banquillo. Su apuesta más fuerte,
Poyet, no llegó a conectar con la grada, a lo que tampoco ayudaron los resultados del equipo en el arranque de campeonato. Once jornadas duró el uruguayo antes de ser destituido, un revés importante, además de la primera mácula en su expediente. Le sustituyó
Víctor Sánchez del Amo, que ni mejoró los números de su antecesor ni cambió la dinámica negativa del equipo, por lo que acabó como él, a dos jornadas del final de temporada, cuando los ridículos ante el
Alavés en casa (1-4) y el
Leganés en Butarque (4-0) propiciaron la llegada de
Alexis Trujillo.
Además de sus fallidas elecciones para el banquillo y el escaso rendimiento de los fichajes, a Torrecilla también le condenaron sus declaraciones públicas, escasas pero siempre controvertidas. Calificó el centro del campo bético como "el mejor de LaLiga después de los grandes" y antepuso las sensaciones a los resultados para justificar la mala racha de Víctor en el segundo tercio de la temporada.
Pero, si hay un detonante de la marcha del salmantino ese ha sido la llegada de
Lorenzo Serra Ferrer al conjunto de La Palmera. El balear aceptó la oferta de
Haro y
Catalán siempre y cuando le concediesen plenos poderes en la parcela deportiva, lo que arrinconaba al director deportivo hasta el punto de ‘ningunearlo’ en la presentación de
Setién, en la que ni siquiera apareció en la foto de familia.
Incómodo en su papel de convidado de piedra,
Torrecilla decidió poner fin a su etapa en el
Betis y poner rumbo a Gijón, donde emprenderá la 'operación retorno' a Primera.
En Sevilla siempre quedará la duda de si el proyecto que el salmantino diseñó a largo plazo (firmó cuatro años) hubiese tenido éxito. Su precipitada salida impedirá hallar la respuesta.