"La cesión al Atalanta fue un error por mi parte. Gasperini me quería aun sabiendo que llevaba un año parado. Fui a Bérgamo a hacer las pruebas médicas durante dos días, y vieron que tenía falta de fuerza y unos problemas que todavía no estaban superados, pero decidieron contratarme. La idea era darme un mes de readaptación antes de entrar con el equipo. Pero firmé el contrato y, al día siguiente, me pusieron a entrenarme con ellos como si nada. Hacía dobles sesiones, porque era pretemporada. A los tres días, se me empezó a hinchar la rodilla, y ahí comenzaron los discursos: 'Nos hemos equivocado en ficharte, no estás listo...'. Me hicieron sentir un inválido y que el problema era yo, cuando ellos sabían perfectamente cómo llegaba. Otros tres días y ya estaba fuera del equipo. Jugué un partido 60 minutos. Estaba cojo... no sé ni cómo pude jugar, pero jugué porque no había otro. Llegó un momento en que ni me entrenaba con ellos, sino que trabajaba con el segundo equipo. Fue una pesadilla. Necesitaba ayuda y encontré todo menos ayuda. Parece que querían hundirme en vez de ayudarme. Pedí volver a Valencia porque estuve cerca de caer en una depresión", reconocía el ex del Real Betis Cristiano Piccini hace unos meses en una entrevista con con el periodista de 'Sky Sports' Gianluca di Marzio.
La realidad es que desde que sufriera aquella grave lesión de rodilla en el Valencia CF, en septiembre de 2019, ya nada fue lo mismo. Los mencionados 60 minutos con el Atalanta, once partidos con el Valencia en la temporada y media siguientes y 14 con el Estrella Roja de Belgrado en los seis últimos meses de la pasada temporada. 26 partidos en tres años. Muy poco para un jugador que luchó mucho para llegar a la elite y se rompió cuando por fin había alcanzado su sueño. Y que este verano, tras más de dos meses buscando acomodo, lo acabó encontrando ya cerrado el mercado estival en el Magdeburgo de la Segunda división alemana (Zweite Bundesliga).
Su debut, ante el Greuther Fürth apenas seis días después de fichar, no pudo ser más positivo, ya que anotó un gol que dio a su equipo la primera victoria de la temporada. Pero las lesiones le han pasado factura y para poder regresar al fútbol ha tenido que variar hasta su demarcación en el campo. Ha pasado de ser un lateral explosivo y ofensivo a jugar de central, donde la exigencia física es menor.
En su nueva demarcación ya es uno de los líderes de este modesto equipo. Tanto que esperaban su regreso tras unos pequeños problemas en los aductores como agua de mayo y hoy podría volver ante el histórico Eintracht Braunschweig. A sus 30 años, Piccini ha encontrado una nueva vida, otra demarcación y una forma más modesta de seguir disfrutando de lo que más le gusta: jugar al fútbol.