Rafa Nadal dijo adiós en segunda ronda del Conde de Godó 2024 tras caer (7-5 y 6-1) en una hora y 52 minutos frente un Alex de Miñaur que tuvo muy claro en todo momento que no podía conceder ni un respiro a un rival de este nivel y acabó cerrando un partido perfecto.
El tenista español vivió momentos dulces, como cuando mediado el primer set recordó al de antaño, dominó con su derecha y casi encarrila la manga. Pero también se vieron sus limitaciones. Las del servicio ya se sabían, pues no puede sacar bien y casi se dedica a colocar la bola y ponerla en juego. Y, además, están las de movilidad, la falta de frescura que hace el mucho tiempo que lleva sin competir y que sólo se logra jugando partidos.
Ya lo decía Nadal, cada minuto en pista es oro. Ante De Miñaur habrán sido menos de dos horas, pero habrá podido sacar muchas conclusiones. Ganando siempre se aprende mejor, pero a veces una derrota es la mejor de las lecciones. A Madrid llegará más preparado...
El partido comenzó con un Nadal a merced de De Miñaur, muy superior en el ritmo y en el juego, y que abusaba de las dejadas al ver muy parado a su rival. Tardó en ir cogiendo ritmo el español, que nos tenía acostumbrado antaño a salir mucho más activo que sus rivales, pero que ya ante Cobolli le costó y frente a De Miñaur se volvió a ver esa imagen. Tal vez por eso ahora elija sacar cuando gana los sorteos, cuando en toda su carrera prefería recibir.
Cuando Nadal empezó a ponerse a la altura, ya había perdido su saque y casi el set, porque el tenista australiano contaba con bola de ruptura para el 3-0. Nadal no sólo la salvó, sino que equilibró el choque y, poco a poco, lo fue llevando a donde quería, a dominar él con la derecha y a mover a su rival hasta que fallase. De Miñaur sufrió en este tramo, en el que vio cómo Nadal le daba la vuelta al set tras igualar en el sexto juego y casi rompe la manga con una nueva bola de ruptura en el octavo. La salvó y, a partir de ahí, el partido fue otro.
De Miñaur recuperó la iniciativa y empezó a mostrarse más regular. Ya no eran las dejadas, ya ganaba con una regularidad pasmosa, obligando a Nadal a arriesgar cuando mandaba y a correr cuando era el australiano el que tenía la iniciativa. Tal fue la superioridad en ese tramo final que el oceánico ganó 12 de los 13 últimos puntos del set.
'El Demonio' había olido sangre y no estaba dispuesto a dejar escapar la oportunidad de ganarle a Nadal en su pista. Apretó en el arranque del segundo set y casi se lleva el primer juego, con saque de su rival. Nadal lo salvó con una genialidad marca de la casa y se lo apuntó merced a uno de los pocos errores de su contrincante.
Eso fue lo último positivo que pudo ver, porque no volvería a ganar un juego. Tuvo opciones, con su saque y, alguna, con el de su rival, pero ya jugaba a lo que De Miñaur quería. "Soy un poco más joven y ahora puede que esté un poquito más fresco de piernas que él", diría luego el australiano de ascendencia hispano-uruguaya. La realidad es que, salvo fogonazos esporádicos de Nadal, De Miñaur estuvo por encima. Y eso que no sacó bien y sólo metió la mitad de sus primeros servicios. Conoce a Nadal de haberlo visto cientos de veces jugar y sabía que no puede darle ninguna oportunidad. No se la dio, De Miñaur peleó hasta la última bola imposible y acabó llevándose el partido al resto, con un error no forzado de un Nadal que se marchó emocionado de la pista.
Es el adiós de Rafa a un torneo que le encumbró, al que siempre acudió, incluso cuando ya estaba mermado y era aconsejable buscar un descanso entre Mónaco y Madrid, y que le despidió con honores.