Francisco Salas3 min lecturaLos Grand Slams en general y el Open de Australia en particular son torneos que siempre regalan momentos inolvidables e historias que merecen la pena ser contadas. Una de ellas la estamos viendo esta semana en el cuadro femenino con una tenista desconocida para el gran público, que sin embargo se ha plantado a lo grande en la segunda semana cuando no tenía opción alguna, de ello, estaba a punto de volver a su país. Pero la vida le regaló una segunda oportunidad, que eso sí, ella misma se encargó de buscar. Estamos hablando de la jugadora alemana Eva Lys, que está en octavos de final, muchísimo más lejos de lo que se esperaba.
Para ponernos en contexto tenemos que irnos más atrás, en concreto hasta el jueves 9 de enero, cuando en la tercera y última ronda de la previa y luchando por un puesto en el cuadro final, Lys cedió en tres sets ante Destanee Aiava, por lo que estaba eliminada. A sus 23 años a la 128 de la WTA le tocaba seguir entrenando en busca de otros objetivos. Sin embargo, siguió en Melbourne unos días esperando alguna baja que le permitiera entrar al cuadro, ya que aparecía la siguiente en la lista de lucky loser. Ya lo daba todo por perdido y el lunes iba a retornar a Europa, sin embargo, en ese momento se iluminó y decidió esperar un día más.
Y la suerte le sonrió. Anna Kaliniskaya se dió de baja y sin calentamiento tuvo que saltar a la pista Show Court para medirse a la local Kimberly Birrell. Y aprovechó la oportunidad con una gran victoria en dos sets, pero ese solo era el inicio de una historia que sigue activa.
En la segunda ronda subía el nivel con la francesa Varvara Grachova, lo que no fue problema para ganar en tres sets. Como tampoco lo ha sido en tercera la rumana Jacqueline Cristian, a la que remontó tras perder el primer set y conseguir el mayor hito de su carrera, colándose en los octavos de final de un grande. Además tendrá el honor de medirse a la número 2 de la WTA, Iga Swiatek, que está teniendo unas grandes sensaciones en Melbourne.
La de Varsovia tratará de acabar con el sueño de Lys, que eso sí, no tendrá nada que perder, pues para ella estar donde está es un regalo que solo puede ir a más. Una jugadora con hambre, en racha y con el trabajo hecho es sumamente peligrosa y ahora Iga deberá hacer frente a eso.