El adelanto del encuentro de Novak Djokovic al horario matutino dejó como partido estrella del Open de Australia en la Rod Laver Arena al que debía disputar el número 5 del mundo, Andrey Rublev, ante el australiano Alex de Miñaur.
El ruso, tras cuatro horas y quince minutos de lucha, acabaría llevándose el encuentro (6-4, 6-7 (5), 6-7 (4), 6-3 y 6-0) después de que De Miñaur bajara los brazos tras perder su saque dos veces en el inicio de la quinta manga.
Era el primer partido entre dos Top-10 que se producía en la presente edición del torneo australiano, ya que el tenista de origen hispano-uruguayo ocupó el puesto décimo justo antes de que empezase el Open de Australia. Y ambos ofrecieron el tenis que sus ránkings otorgan.
La igualdad fue máxima en los cuatro primeros sets. El primero se decidió cuando Rublev rompió el saque de su oponente en el décimo juego. De Miñaur, pese a sufrir mucho y estar por dos veces a punto de tener bola de set en contra, acabó llevándose la segunda manga en el 'tie break'. El australiano siguió la inercia en el tercero y rompió rápido, aunque el ruso le devolvió el 'break' y forzó un nuevo juego de desempate, que se llevaría una vez más De Miñaur.
Con todo en contra y dando muestras de desesperación llegó la parte más intensa y loca del partido, en la que se rompieron el saque por tres veces en los seis primeros juegos de la cuarta manga. De ahí salió ganador un Rublev que, con 4-2, aún tuvo que salvar una bola más de 'break'. Lo logró y ahí se 'acabó' el partido. Su rival aún ganaría un juego más para poner el 5-3. Sería el último. Rublev se apuntó los siete siguientes.
El tenista ruso, pese a la victoria, cometió más errores no forzados que su rival (64 por 50), pero se mostró muy seguro con su saque, especialmente en el tramo final y eso le permitió darle la vuelta al choque.
El triunfo, de rebote, dio una alegría al griego Stefanos Tsitsipas, ya que, de haber vencido Alex de Miñaur, el tenista heleno habría salido del Top-10, un lugar de privilegio que, por ahora, mantiene.
Y si para él fue una alegría, para el público australiano fue la derrota más dolorosa, ya que era el último representante que les quedaba en competición y en el que tenían puestas más esperanzas. La presión de la grada la notó Rublev y, por momentos, pareció más un partido de Copa Davis que de un torneo normal, hasta el punto de que el juez de silla tuvo que mandar en numerosas ocasiones al público que se callase, especialmente cuando sacaba el ruso.