Precioso el reportaje que firma Fernando Bajo en '
TyC Sports' sobre los inicios del sevillista
Marcos Acuña y cómo han marcado su carácter.
Aguerrido, 'canchero' y fiero sobre el terreno de juego, el carrilero zurdo tiene una cara muy diferente en la
intimidad. Todos destacan su bondad, su carácter
solidario y generoso, que no olvida ni en los momentos más intensos de su carrera. Así, con la selección argentina (donde es incuestionable) recién proclamada campeona de la
Copa América, sorprendió a todos la
camiseta del 'Huevo', blanca con una
mariposa naranja en el centro y el nombre Luz. Posa para la foto con Messi y la conserva incluso en el momento de levantar el trofeo. Luego, hará que cada uno de sus compañeros la firme para regalarla. El obsequio ya tiene destinatario:
Fabián de Ciria, un fotógrafo de
Racing que era el padre de la joven que había
fallecido dos meses antes. Un gesto que conmovió a todos, pero habitual 'sotto voce' para los que mejor le conocen.
"Es muy humilde y generoso, un chico de pueblo que nunca se creyó más que nadie. Por eso se le abrieron tantas puertas”, dice
Gabriel Rouret, amigo de Acuña y uno de los primeros entrenadores que tuvo. Días después de la conquista del título, en una entrevista con ESPN,
Lionel Scaloni lo elogió: “Nosotros lo apreciamos de una gran manera. Es un chico silencioso, que habla poco; cuesta sacarle las palabras, pero, cuando lo hace, es porque
dice lo justo. Dentro de la cancha mete y juega. Es un futbolista que nos gusta tener”.
Hasta los 17 años, cuando aún vivía en
Zapala, la ciudad neuquina donde creció, Marcos no sabía si iba a poder convertirse en futbolista profesional.
Condiciones le sobraban, pero acumulaba varias
pruebas frustradas en distintos equipos. Las esperanzas parecían terminarse, hasta que Daniel Mellado, el padre de un compañero del club de barrio
Don Bosco, le consiguió una prueba en
Ferro, en la que logró ser seleccionado. Tres años después de haber pasado por la Cuarta y Quinta, tuvo su estreno en Primera. Pero, antes de todo eso, comenzó en el club
Olimpo y, luego, pasó por
Tiro Federal hasta que, a los 6 años, desembarcó en Don Bosco, cuyo entrenador era Rouret, para jugar un torneo provincial.
Ése fue su primer contacto con la institución a la que volvería definitivamente a los
13 años para disputar la Liga local y destacar hasta tal punto de llamar la atención en Buenos Aires. En Zapala, a donde regresa cada cierto tiempo, es considerado un ídolo. De hecho, cuando se consagró con Racing en el
Torneo de Transición 2014, fue recibido por una multitud y
desfiló por las calles de la ciudad en el
camión de Bomberos. Pese a que desde que se fue a Europa se convirtió en defensor por la izquierda, en Don Bosco siempre se desempeñó como
volante por fuera, posición en la que brilló en 'La Academia' y el conjunto de 'Caballito'.
“Varias veces quise ponerlo de
enganche para que jugara
libre y aprovechara sus condiciones, pero él insistía en moverse contra la línea. Igualmente, aquí era un volante muy ofensivo, con gol. En Ferro fue donde realmente le enseñaron a marcar”, resume Rouret. Con quien fue su entrenador, Acuña mantiene una relación
especial, porque no sólo es padrino de su hija, sino que durante mucho tiempo mantuvieron una cáb
​ala (superstición) antes de cada partido. “Yo
le cargaba el móvil y nos llamábamos -dice Rouret-. Le daba ánimo, charlábamos y, a pesar de que cuando dio el salto a Racing después ya no necesitó más que le recargue el teléfono, lo seguimos haciendo un tiempo. Incluso, hoy nos mensajeamos en la previa a los encuentros. Hay una relación de
amistad por muchísimas circunstancias que vivimos juntos”.
Sencillez y humildad son adjetivos que podrían describir al jugador que se ganó un lugar en el equipo de Scaloni, pero el 'Huevo' tiene una faceta mucho más significativa, que ha hecho que lo recuerden con mucho cariño en todos los clubes que defendió. En el último cruce con
Bolivia por las Eliminatorias, aprovechó la vuelta del público para
regalar entradas a los chicos de la pensión de Ferro. En un partido de la Europa League de 2018 entre
Sporting Clube, su club por aquel entonces, y el
Atlético de Madrid, se sacó la sudadera que llevaba puesta y se la dio al niño que entró al campo de juego de su mano para que se cubriera de la
lluvia. Luego, ese mismo
gesto lo copiaron todos sus compañeros.
Ese año también sucedió, quizá, la acción más inesperada para un jugador de su categoría.
Mariano Magnone, un joven argentino que en septiembre estaba viajando por Europa, fue a visitar a un amigo a Lisboa y tuvieron la idea de pedir a Acuña entradas para el encuentro entre su equipo y
Marítimo, por la
Copa de la Liga. “Le escribimos por Instagram y nos dijo que sí, que nos las conseguía. Fuimos al estadio y, efectivamente, había dejado dos plateas de protocolo a nombre de mi amigo y pudimos ver el partido. Nosotros no estuvimos con Marcos, pero después le mandamos una foto de que habíamos ido al encuentro. Fue un lindo gesto, uno más de los que el 'Huevo' nos tiene
acostumbrados”, resume Magnone.