A buen seguro, la plantilla y el entrenador del Sevilla FC estén muy satisfechos en lo que respecta a trabajo realizado, esfuerzo y desgaste, físico y sobre todo emocional, en el empate (1-1) contra el RB Salzburgo en la primera jornada de la Champions League en el en el Grupo G. Tal como fue el partido, incluso puede argumentarse que el punto no es mal resultado, pero sin duda la carta que más pesa en el tablero es la de la decepción por un mal resultado en casa ante un rival teóricamente inferior.
La locura que deparaba el guion del partido no hay plan táctico que lo aguante ni parches que lo remienden. El técnico del Sevilla, Julen Lopetegui, hizo lo que pudo. Salió de inicio con un once de gala (podría cambiarse al Papu por Ocampos), dominador con la pelota y buscando el dos contra uno en bandas. Sin embargo, pronto empezó a encontrar problemas con las transiciones rápidas del Salzburgo y cayó una catarata de errores imprompios de un equipo tan hermético y seguro en defensa.
Tres penaltis en contra muy evitables y un vertiginoso Adeyemi le obligaron a cambiar del 1-4-3-3 al 1-3-4-2-1. Pudo llegar con 0-3 al descanso y se marchó con 0-1, pero nada más volver de vestuarios En-Nesyri vio la roja y el Sevilla tuvo que jugar con 10 durante 40 minutos. Eso le restó efecto a los cambios, que aportaron mucho para despertar a un equipo al que hacía ya muchos años que no se veía tan frágil y dubitativo.