La venta del holandés
Quincy Promes al Ajax
no ha sido tan bien encajada por la afición sevillista como semanas atrás lo fue la de
Luis Muriel al Atalanta, que ha desembolsado 18 millones de euros por el atacante colombiano, lo que ha posibilitado a las arcas nervionenses recuperar en gran medida la fuerte inversión hecha en su día por Óscar Arias, quien abonó
21,6 millones de euros por el cafetero, convirtiéndolo así en el fichaje más caro de la historia del Sevilla FC hasta la fecha.
Más allá del predicamento que el internacional holandés se ha ganado entre el graderío blanquirrojo, los
15,7 millones de euros, más 1,5 en variables, que anunció el Ajax en su página web al oficializar el traspaso del futbolista suponen la razón fundamental del enfado del sevillismo, que entiende que el polivalente extremo, quien apenas ha jugado esta temporada en su sitio, no ha visto devaluada su cotización como nervionense, pese a esperarse algo más de él tras abonar Caparrós y sus adjuntos el pasado verano
20 millones de euros, más otros
800.000 en variables.
El adiós de Quincy Promes, sin embargo, se corresponde a muchas otras cuestiones (algunas de ellas, incluso, no vienen al caso ahora)
más allá de lo deportivo. Entre ellas, por ejemplo, destaca
la gestión de la anterior dirección deportiva, dirigida por
Joaquín Caparrós, como director de fútbol, y en manos, principalmente, de sus dos adjuntos:
Paco Gallardo y Carlos Marchena. Una dirección que, más allá de sus aciertos o fracasos,
ha comprometido la gestión de Monchi este verano, estando condicionado su trabajo por el techo del límite salarial, después de que el pasado mes de enero firmaran a
Munir (a bajo coste y con una prima de fichaje importante por su situación contractual),
Dabbur, quien se convirtió en el primer fichaje blanquirrojo para la 19/20 a cambio de 15 millones de euros, y Wöber, que arribó cedido con obligación de compra a final de temporada, a cambio de 10,5 millones de euros, más 1,5 en variables.
Se trata de unos movimientos de cara a la temporada que se avecina que
cargaron aún más una masa salarial ya abultada, con fichas altas de jugadores como
Quincy Promes, Simon Kjaer o Nolito, sin apenas protagonismo en la plantilla, amén de otros integrantes del primer plantel blanquirrojo que sí gozan de un estatus principal en el devenir futbolístico de la entidad, véase el caso de
Éver Banega (cuestionado por su final de temporada) o el capitán Jesús Navas.
En definitiva, un yugo, la masa salarial, que
explica la venta de Quincy Promes y la forma de actuar de Monchi en este inicio del mercado, dándole prioridad ahora a las salidas de aquellos jugadores que no entran en sus planes y que suponen un problema en la tesorería del club.
El lastre era (y es) importante y
no le resultará sencillo soltarlo.