La impopular venta de
Quincy Promes se ve de otro color entre los rectores del Sevilla FC, que estiman que se desprenden a tiempo de un futbolista que fue, realmente,
una mala compra.
La anterior dirección deportiva, comandada por
Joaquín Caparrós, accedió demasiado tarde al cargo y, viendo que se quedaba sin tiempo de reacción, se lanzó a por el holandés,
un extremo para un entrenador (Pablo Machín) que juega sin extremos.
Así las cosas, la llegada de Promes ya comenzó con mal pie, pues el club había realizado
el segundo mayor desembolso de su historia en un fichaje que
no era realmente necesario. Promes, además,
ya cobraba una fortuna en Rusia, por lo que el Sevilla tuvo que realizar también
un enorme esfuerzo en ese sentido.
Entre traspaso y salario, pues, la amortización del futbolista por temporada rondaba los
10 millones de euros, lo que elevaba considerablemente el gasto total en la plantilla, el mayor, de largo, que debe afrontar la institución.
Quizás el club nervionense podría haber sacado más por su salida (hasta 17,2 millones máximo; 15,7 fijos), pero no se manejaban más propuestas,
el futbolista sólo quería ir al Ajax, se le ha arañado algo en su sueldo de la 18/19 y se ha estipulado en el negocio que el Sevilla ingresaría
un porcentaje en el caso de una posible venta futura a un tercer equipo.
En Nervión, además, deben pagar al propio Ajax por la opción de compra de
Maximilian Wöber (10,5),
Monchi necesita 'cash' para acelerar una planificación muy compleja y se trata de una posición, la de extremo zurdo, en la que
el mercado ofrece múltiples alternativas y a un precio más económico.
Finalmente, y ya en el plano personal, se estima que
Promes no encajaba en la idea de grupo que tiene Julen Lopetegui.
El precio de la venta puede dar para debate, pero en Nervión tenían sus argumentos para desprenderse de un futbolista que
dio un buen rendimiento, pese a no jugar nunca en su posición natural, y que
gozaba de buen predicamento entre los aficiondos.