La debilidad convertida en virtud se ha erigido en la seña de identidad del
Sevilla de
Machín, que ha resuelto problemas de envergadura con soluciones que han trascendido la frontera de remedio eventual para convertirse en un vehículo para el crecimiento del equipo.
Si el soriano sólo lo hubiera conseguido una vez, se podría hablar de
casualidad o azar, pero cada vez que se ha enfrentado a una
crisis por el calvario de
lesiones ha obrado de tal forma que ha mejorado el rendimiento de su
Sevilla, hasta tal punto que la reacción nervionense llegó cuando se decidió a prescindir de pivotes defensivos y situó como último hombre en la medular a
Éver Banega con la ayuda de otro futbolista de corte eminentemente creativo, el
'Mudo' Vázquez.
Con esta medida se produjo el carrusel de victorias que aupó al
Sevilla por primera vez al liderato tras el fiasco contra el
Getafe, consolidándose como una fórmula intocable en el sistema del técnico soriano, que en
Liga ha optado habitualmente por el tridente en la zona ancha formado por los dos argentinos y
Sarabia. El rosarino se ha adaptado a esta posición y aporta su experiencia para ayudar en las tareas de contención a la vez que asume la creativa.
No es la única reconversión impensable realizada por
Machín y que ha funcionado a la perfección, pues en Vitoria, ante el aluvión de fatalidades en el carril diestro, apostó por
Promes, muy encorsetado como delantero y que requiere espacios para correr. Revolucionó al
Sevilla con sus subidas por banda y decidió darle continuidad ante el
Villanovense y luego en
Valencia, demostrando que puede ser su sitio en el
Sevilla. El holandés percutió constantemente en
Mestalla y se mostró más firme en defensa de lo que se esperaba, minimizando los daños colaterales de la ausencia de
Navas.