Ser
el fichaje más caro de la historia de un club pesa mucho, quizás más aún si llegas a uno que no está habituado a invertir mucho en traspasos y que suele vender más caro de lo que compra.
Los jugadores oyen y leen, más aún en estos tiempos en los que están tan extendidas las redes sociales. Los jugadores sienten.
Y a la mayoría le afectan las críticas. De Luis Muriel se ha repetido cansinamente, sin darle tiempo a que demuestre sus cualidades, que no es delantero para el Sevilla, que no es un goleador.
Bacca o Gameiro también leyeron y oyeron lo mismo. Eso no signifca que Muriel vaya a alcanzar necesariamente los números de su compatriota y el galo. Sí que invita a que el aficionado sevillista, necesariamente, eche la vista atrás y recuerde que se equivocó con sus sentencias en el pasado por no tener paciencia. Sobre todo, debe pensarlo cuando ve cómo Muriel es capaz de quedarse tantas veces delante del portero.
Ante el Girona, disparó en cinco ocasiones -tres veces más que cualquier otro jugador-, pisó muchas zonas del campo, arrastró centrales y, por fin,
marcó su primer gol como sevillista. Nadie duda de que lo necesitaba, pero su en su celebración realizó
varios gestos inequívocos de que se había quitado una gran presión.
Seguramente, el colombiano pensará, como Van Nistelrooy, que los goles son como el ketchup: "A veces no salen, por mucho que lo intentes, y luego vienen todos de golpe". Sea como sea, sin presión seguramente ya le resulte más fácil ir engordando su cuenta.
Análisis de Luis Muriel: Un 9, un 10 y un 11