Suele elogiarse el tino de
Monchi para, año tras año, hacer magia: fichar a bajo precio, lograr un altísimo rendimiento y vender carísimo. No obstante, en esos rotundos éxitos de la dirección deportiva del
Sevilla también tiene una gran influencia el trabajazo de documentación para controlar los picos de rendimiento de los objetivos nervionenses, que es lo que realmente hace posible que el margen de error sea más que mínimo y lo que influye a la hora de decidir cuándo vender a un jugador. Y es que rara vez un jugador vendido por los de Eduardo Dato alcanza en otros clubes un nivel tan alto como el que muestra de blanquirrojo.
Y es que, al margen de esos picos de rendimiento, es innegable que muchas de las últimas ventas millonarias han mostrado en el
Sevilla un rendimiento muy superior a su nivel real. Por un motivo u otro, o quizás por una mezcla de ambos, los jugadores que abandonaron la entidad el pasado verano parecen ser perseguidos por una maldición que les ha hecho pasar de estrellas a estrellados, como
Krychowiak en el PSG o Konoplyanka en el Schalke 04, donde se han acostumbrado a calentar banquillos; o los de
Kévin Gameiro, en el Atlético, y
Banega, en el Inter, pues los otrora ídolos no sólo no tienen garantizada la titularidad, sino que además son objeto de numerosas críticas. Mención especial merece el galo, rechazado por la afición colchenera, que no le ve un '9' a la altura de un club que pelee por todo.
Más mala suerte tuvo
Coke, que se lesionó nada más despedirse del Sevilla y aún no ha podido debutar. Y lo mismo le ha sucedido a
Kolo en el Gladbach, lesionado de manera indefinida.
Sólo a
Reyes y a
Llorente, que empezaron mal el curso, les van ahora bien las cosas.