El Tour de Francia sigue adelante y después de cuatro etapas ya hemos tenido una primera aproximación a lo que va a ser la carrera. Tadej Pogacar es el mejor ciclista del mundo y pese a venir de correr y ganar el Giro de Italia, tiene claro que su objetivo es ganar el tercer maillot amarillo de su carrera dentro de 18 días en Niza, y hacerlo a lo grande. No se puede obviar que Jonas Vingegaard ha llegado mucho mejor de lo que esperaba que y como poco, va a tener algo que decir, pero el problema para el joven esloveno es otro, y es que en su propio equipo, el UAE Team Emirates, suenan tambores de guerra.
El bloque emiratí se presentó en Florencia con uno de los mejores equipos que se recuerdan en la historia de la carrera, además del astro, clarísimo líder, en el ocho había tres corredores que saben lo que es hacer podio en una gran vuelta, Adam Yates, Joao Almeida y Juan Ayuso. La idea de traer a todos los grandes vueltómanos del roster a la prueba tenía una idea clara, ser los más fuertes en la montaña, y eso se vio en la cuarta etapa. Cuando las hostilidades saltaron y solo quedaban los mejores, ahí estaban los cuatro.
Con un líder como 'Pogi', trabajar para él sería lo lógico, pero eso no estaba tan claro para ellos. Mientras Yates ya demostró en 2023 que si tenía que vaciarse lo iba a hacer, de hecho ayer se descolgó después de un último relevo demoledor, el español y el luso no las tenían todas consigo. Durante muchos metros fue Almeida el encargado de poner ritmo, pero en un momento de la ascensión se cansó y empezó a reclamar de forma muy ostensible a a Ayuso para que le diera un relevo.
El joven alicantino se puso en cabeza, pero no se dejó el tanque y pronto le devolvió la papeleta al de Caldas da Rainha, y a partir de ahí entraron en un tira y afloja hasta que a poco del final Pogacar se cansó y pegó un hachazo que solo siguió Vingegaard. Realmente su trabajo lo hicieron, pero no deja de ser llamativo que en medio de la primera gran etapa de todo un Tour de Francia, dos compañeros se pongan a hacer aspavientos y quejas ostensibles durante una ascensión. Si hacen eso con todos los focos apuntándoles, el autobús debió ser un polvorín.
En todo caso, el problema viene ahora, ya que las últimas dos semanas tienen jornadas de mucho desnivel y ahí van a tener que remar todos para su líder, y salvo que cambie mucho la situación, Matxin va a tener que dejar claro desde el coche los roles de sus ciclistas. La incógnita es que el podio está ahí, y mientras Almeida y Ayuso tengan opciones de él, ninguno va querer sacrificarse hasta la extenuación.