La salvación de la París-Roubaix: Las cabras

Como cada año, las cabras están limpiando los tramos de pavé de la Paris-Roubaix para que el domingo los ciclistas puedan atravesar sin más problemas que los adoquines los 259,9 kilómetros del 'Infierno del Norte'

La salvación de la París-Roubaix: Las cabras
Un momento de la disputa de la última París-Roubaix en el bosque de Arenberg - Cordon Press
Francisco SalasFrancisco Salas 3 min lectura

Este fin de semana se disputa la que probablemente sea la carrera más icónica del ciclismo, la París-Roubaix. El tercer monumento de la temporada y uno de los momentos del año sin duda, al ver a los ciclistas atravesando adoquines, pedruscos y las indómitas carreteras francesas, que junto con el mal tiempo habitual de esa zona en las fechas en la que se disputa, hacen aún más duros los ya de por sí exageradamente exigentes 259,9 kilómetros que separan Compiegne del velódromo de Roubaix, y en los el sufrimiento de los corredores va a hacer las delicias del público por 121ª vez.

La exhibición del año pasado de Mathieu Van der Poel, que viene de ganar con una superioridad aplastante el Tour de Flandes el pasado domingo, le convierte en el grandísimo favorito, más aún tras la baja de Wout Van Aert, derivada de su caída en 'A través de Flandes'. El año pasado ya nos quedamos sin ver el enfrentamiento de los dos grandes clasicómanos de la actualidad tras un pinchazo del corredor del Visma en el tramo de pavé del 'Carrefour de l'Arbre', a poco más de quince kilómetros para meta, que le aparcó del triunfo y dejó vía libre al del Alpecin, que llegó en solitario. Este año el rival más fuerte que se le presupone es Mads Pedersen, que venció a la 'bruta bestia' en la Gante-Wevelgem, y que también se vio afectado en la caída que dejó fuera de juego a Van Aert, pero en caso de llegar medianamente sano, habrá que tenerle en cuenta por sus características.

Pero ahora ya está todo preparado para la carrera, aunque las lluvias están asolando la región francesa en la que se disputa, y al igual que sucedió en Flandes, el barro va a hacer de la carretera un obstáculo más en si mismo. Lo que no será un problema será la abundante vegetación que baña durante el año el tramo de pavé más famoso, el bosque de Arenberg, de 2400 metros y que es el emblema de la carrera. Durante la semana previa hay un ejército encargado de que el único obstáculo sean las piedras en sí mismas, y no las plantas: las cabras. Una legión de ellas están enfrascadas en limar la zona para que no sea un problema. Una imagen que cada año sorprende al verla, pero que es ya parte de la liturgia del 'Infierno del Norte'.