El salto de longitud se erige en una de las pruebas más longevas del atletismo por sus orígenes en la antigua Grecia y, curiosamente, se caracteriza por los pocos cambios que ha experimentado su récord del mundo, al menos desde que en 1968 Bob Beamon destrozó la marca del momento para elevarla a una distancia sideral.
Hasta ese momento se había incrementado en centímetros y se alcanzó hasta los 8,35 establecidos por Ralph Boston el 9 de mayo de 1965. Entonces, en los Juegos Olímpicos de México de 1968 el neoyorquino protagonizó un salto espectacular que dejó a todo el mundo boquiabierto, porque mejoró la marca en nada más y nada menos que 55 centímetros para elevar el listón mundial a unos impresionantes 8,90 metros.
El impacto de este salto resultó excepcional, porque prácticamente rompió las leyes de la física y llevaba al hombre a otra dimensión en esta histórica prueba. Tal es la espectacularidad de esta marca que solo dos saltadores la han sobrepasado hasta día de hoy y que se mantuvo vigente durante 23 años, cuando se batió el récord de salto de longitud por última vez.
Ocurrió en el Campeonato del Mundo de Tokio, el 30 de agosto de 1991, y el protagonista que pasó a la historia fue otro estadounidense, un atleta muy carismático llamado Mikel Powell. El de Pensilvania superó en cinco centímetros la distancia de Beamon con un vuelo que le permitió llegar hasta los 8,95 metros. Obviamente se colgó el oro, pero no le resultó fácil, porque tuvo la gran competencia de una leyenda como Carl Lewis, que saltó 8,87 metros, la tercera mejor marca de la historia. Cabe apuntar que esa misma competición el 'hijo del viento' llegó a los 8,91, un centímetro más que Beamon, pero no se registró por producirse con un viento favorable por encima de lo permitido para oficializarlo.
Han pasado 33 años desde el salto de Mike Powell en Tokio y nadie ha sido capaz de superarlo, por lo que se erige en uno de los récords más longevos del atletismo. No en vano, el mejor salto de este siglo lo dio Irving Saladino en 2008, con 8,73. De momento, la barrera de los nueve metros ha sido completamente insalvable.
Más antiguo si cabe es el récord en categoría femenina, propiedad de Galina Chistyakova con un salto de 7,52 metros realizado el 11 de junio de 1988 en San Petersburgo, entonces conocida como Leningrado.