Será por no dar su brazo a torcer, pero da la sensación de que
Rubi está cavando su propia tumba en el
Betis, en gran parte por ese empecinamiento inexplicable.
El catalán ha querido borrar de un plumazo todo lo que huela a
Setién, instando a los suyos a no apoyarse continuamente en el portero para iniciar jugada, a apostar por el balón en largo cuando la circunstancia lo requiera y a castigar con transiciones rápidas al rival, que no pasa nada si domina parte de los encuentros. Por supuesto, nada de defensa de tres, por más que su equipo siga desangrándose en defensa partido tras partido.
En
Granada, los heliopolitanos dibujaron de salida una especie de
1-4-2-3-1 que, en realidad, funcionaba con tres atrás en fase de iniciación, al incrustrarse
Javi García entre
Mandi y
Feddal -muy extraño que sentase a
Bartra, el mejor atrás en Anoeta-... al menos hasta que un par de pérdidas del muleño, por fortuna sin consecuencias, obligaron al míster a variar el plan.
El '3', que debió ser expulsado pero resultó indultado por
Mateu, quedaba entonces en zona de nadie, dejando a
Canales que viniera a recibir y asumiera su rol, pero sin condiciones para ejercer de interior. Lejos de sustituirlo,
Rubi lo dejó hasta que el ex madridista cometió un error importante -mal el árbitro a dejar seguir la acción, tras una falta de
Víctor Díaz a
Guardado, y
Pedraza, por complicar a su compañero- en el 1-0. La recta final fue un despropósito táctico, con un central (Mandi), el mexicano echándole un cable, dos carrileros y la dupla
Canales-Joaquín lanzando a todo lo ofensivo que le quedaba.