Antonio Adán es un portero soberbio. Un lujo para el Betis desde que, con el descenso a Segunda en el horizonte, decidió renovar y quedarse para las duras, con lo que se ganó el derecho a disfrutar y a ser exculpado las pocas veces que no aportó en las maduras. Incluso sin una ampliación y mejora de contrato que seguramente merece, el mejoreño nunca se escondió ni bajó los brazos, aceptando un reto, el de este curso con Quique Setién, que le iba a convertir en un meta más completo o que acabaría con su carrera.
Ofrece claroscuros el rendimiento con los pies del canterano madridista, con errores groseros (como el de Villarreal) y aportaciones en corto y en largo que han brindado goles a su equipo. Sin duda, ha sumado a contraestilo un mimbre más a su cesto en forma de catálogo. Este lunes, una vez más, brilló en lo de siempre, el uno contra uno, dejó un par de imprecisiones letales en las entregas... y propició el penalti que dio emoción al epílogo. Sarna con gusto no pica, dicen.