El cliente siempre tiene la razón. Una máxima del sector servicios que convendría poner en cuarentena a la hora de trasladarla al mundo del fútbol, donde la afición es soberana para todo menos a la hora de tomar decisiones. Un club serio no puede obviar el factor sentimental, claro que no, pero debe hacer que primen el sentido común, el interés colectivo y, por encima de todo, la estabilidad deportiva, que suele pasar por la societario-monetaria.
El Sevilla, como antes Barcelona y Real Madrid, ha puesto puertas al solar donde campaban a sus anchas los ultras. Porque le duele el bolsillo y porque vislumbra que, para subir el último peldaño en España y Europa, necesita ser respetado en determinados despachos.
Tampoco iría mal esta medida en otras latitudes, donde cuatro gatos (literalmente), por mucho que generen una corriente de opinión mayoritaria, aprueban o desaprueban fichajes.
Ha pasado estos días con Zozulia, al que de nada valió desvincularse públicamente de unas ideas muy censurables. Las únicas alternativas que dejan al ucraniano, acusado por algún político hasta de matar, es trabajar con miedo o quedarse sin jugar hasta la 17/18. Una víctima a la que flaco favor han hecho quienes lo consideraron 'uno di noi'. Vaya cacao mental, por cierto, los que combinan en una coctelera a Franco, Mussolini y Hitler...