Desde el momento en el que saltó a la cancha, el hecho de que el serbio Novak Djokovic tuviera al alcance de la mano hacer historia al ganar el Abierto de EE.UU., acumulando así los cuatro Grand Slam en un mismo año, impregnaba el ambiente de un exultante Arthur Ashe Stadium, pero al final todo quedó en sueño.
El público neoyorquino, consciente de que podría presenciar un hito que nadie ha conseguido en más de medio siglo, estaba eufórico, y recibía en pie tanto a Djokovic como a su temido rival y segundo favorito del torneo, el ruso Daniil Medvedev, que también quería apuntarse una hazaña profesional: hacerse con su primer grande.
Medvedev se había quedado con la miel en los labios en 2019 en Flushing Meadows, perdiendo en una peleadísima final de casi cinco horas frente a Rafa Nadal, y este mismo año estuvo cerca de hacerse con el Abierto australiano, pero Djokovic le ganó con facilidad.
Resultado: ambos tenistas iban a por todas.
"Voy a tratar este partido como si fuera el último de mi carrera", dijo Djokovic en la entrevista sobre la cancha después de ganar al alemán Zverev en la semifinal.
"Voy a dar todo lo que me queda el domingo, y me queda mucho", declaró por su parte Medvedev.
Así empezó el ruso, rompiéndole el saque en el primer juego a Djokovic, quien minutos antes de saltar a la pista ya admitía que su contrincante llegaba con el deposito prácticamente lleno.
Aunque Djokovic no ha sido siempre el jugador más popular de Flushing Meadows, el público claramente quería ver cómo el actual número uno del mundo hacía historia, y el Arthur Ashe estalló en aplausos de ánimo cuando apenas tras cuarto de hora de partido consiguió evitar un 3-0 en su contra que parecía inevitable.
El estadio entero, más de 25.700 personas, coreaba el nombre de Novak en el octavo juego del partido, cuando Medvedev se encontraba ya cerca de conquistar el primer set, y también en el inicio del segundo set, cuando el serbio tenía una manga en contra.
Pero la locura se desataba por completo y el estadio vibraba cada vez que Nole contaba con un punto de break, que se le acababan escapando.
Al inicio del segundo set, en una de esas oportunidades que no consiguió aprovechar para ponerse por delante en el marcador, el serbio se dejó llevar por la rabia, como suele ser habitual cuando no le van bien las cosas, y destrozó a golpes una raqueta.
Medvedev llegaba a prácticamente todo y desarmaba con sus latigazos a Djokovic, a quien se le quedaban demasiadas bolas en la red y fallaba frecuentemente en los momentos clave.
Se notaba que el moscovita venía cargado de energía y confianza, habiendo llegado a la final tras una serie de partidos sin demasiada complicación, y después de haber ganado 14 de sus 15 últimos encuentros.
"Novak, wake up!" (¡Novak, despierta!), gritaban algunos aficionados instantes antes de que perdiera su segundo set, pero ya era tarde. Ni los constantes ánimos ensordecedores del público ni el ambiente eléctrico del Arthur Ashe le sacaron de la pesadilla, y Medvedev se apuntaba el tercer y último set sin grandes obstáculos.
En las gradas, observaba el espectáculo Rod Laver, el australiano de 83 años que en 1969 ganó los cuatro Grand Slam en un mismo año, y a quien la organización del Abierto de Tenis había invitado para que viera en directo a Djokovic igualar su esperado hito, sobre todo con la ausencia de sus dos eternos rivales, Nadal y Federer.
"Lo siento. Todos sabemos lo que querías conseguir hoy", dijo Medvedev a Djokovic antes de recibir el premio de manos del extenista Stan Smith.
"Pero con todo lo que has hecho... Nunca se lo he dicho a nadie, pero para mí eres el mejor jugador de la historia", agregó el ganador ante el serbio, visiblemente afectado.
Además de la batalla deportiva, las enormes pantallas del Arthur Ashe también reflejaban en los descansos un buen número de caras conocidas del mundo del espectáculo que habían acudido al evento deportivo, como los actores Ben Stiller, Clare Danes, Lupita Nyongo o Juliana Marguilles, los populares presentadores Kelly Ripa, Gayle King y James Corden, o la extenista María Sharapova.