La temporada del
Granada CF ha llegado a su fin. Y de qué manera. Cuando todo parecía de cara para conseguir la tan ansiada salvación, en casa, ante su gente, dependiendo de sí mismos ante un equipo que nada se jugaba, más complicado se encargaron de hacerlo los propios protagonistas de una temporada para el olvido.
El caso es que antes de la llegada de
Karanka, todo parecía más o menos decidido. Y más con aquella derrota de los nazaríes ante el colista Levante UD en Los Cármenes por 1-4. Después llegó Karanka y con él, un punto en el Metropolitano, dos victorias importantísimas ante Mallorca y Athletic Club y, de repente, el descenso. Con tan solo una derrota en el casillero del técnico vitoriano.
Esto refleja lo compleja que ya estaba la situación antes de su llegada. De hecho, era tal la ilusión y confianza que desprendía su equipo, un lavado de imagen asombroso, que la afición convencida de la salvación se volvió a enganchar. Tanto que el palo del descenso se hizo muy duro y aún sigue perdurando en la retina de los seguidores rojiblancos.
La temporada ha sido muy dura desde el principio. La afición se estrelló muy pronto con un
Robert Moreno con una ambición desmedida tras la marcha de
Diego Martínez y todo lo que supuso su legado. Con un finiquito de tres millones se despidió el catalán del club y le tomó el testigo el que menos culpa tiene de todo,
Rubén Torrecilla.
El extremeño se encontraba en esos momentos luchando por la salvación del
Recreativo Granada, filial nazarí, en
Segunda RFEF, y lo ascendieron al equipo. A partir de ahí, una victoria importantísima en Mendizorroza y poco más. La gota que colmó el vaso fue el 1-4 en Los Cármenes ante el colista Levante UD.
Torrecilla fue fulminantemente despedido junto a su cuerpo técnico, entre el que se encontraba el exfutbolista del Granada Diego Mainz, historia del club. Llegó Karanka y salvó un punto en el Metropolitano con un día de entrenamiento y ahí se vio que la cosa podía cambiar. Un equipo muy organizado y férreo defensivamente hablando, algo que no se había visto en toda la temporada.
La afición fue creyendo en el milagro hasta que llegó el desplazamiento a
Mallorca, donde la escuadra nazarí endosó un 2-6 a los pupilos de Javier Aguirre. El fútbol es muy misterioso a veces, y esta vez, tan caprichoso como casi siempre, quiso que descendiera el que mejor lo tenía; dejando así una imagen desoladora al final del partido en Los Cármenes y que ya ha traído las primeras consecuencias.