La afición del Cádiz tardará mucho tiempo en olvidar el nombre de Carlos Del Cerro Grande. El colegiado dirigió el encuentro del pasado sábado en Mallorca ante el Real Club Deportivo Mallorca que
estuvo plagado de acciones polémicas, y en las que el Cádiz CF siempre se vio perjudicado.
El árbitro madrileño señaló un penalti por un agarrón muy leve de Iván Alejo a Brian Oliván en la primera parte, tras ser llamado por Alejandro Hernández Hernández, árbitro de VAR, fue a revisar la acción al monitor entre Conan Ledesma y Ángel y señalaba los once metros, y por el contrario, no vio, o mejor dicho, no pitó un penalti de Brian Oliván sobre Iza Carcelén, en una jugada en la que los gaditanos podrían haber igualado la contienda.
La decisión de
Carlos Del Cerro Grande contradice la tomada por el colegiado hace apenas un mes, cuando
Laguardia, defensa central del Deportivo Alavés,
empujaba a Isak, delantero de la Real Sociedad, pero en esa ocasión n
o pitó penalti porque según el criterio del árbitro, la intensidad del empujón no era suficiente para señalar la pena máxima. En un mes, para el árbitro madrileño no pitó penalti en la acción de Laguardia sobre Isak, en la que hay una mayor intensidad que en la jugada entre Iván Alejo y Brian Oliván del pasado sábado.
El encuentro en Palma de Mallorca no es el primero en el que Carlos Del Cerro Grande perjudica al Cádiz Club de Fútbol. La pasada temporada, los gaditanos se enfrentaban al
Elche en el
Martínez Valero, sin lugar a dudas un rival directo por la permanencia, como se vería a final de temporada ya que los ilicitanos se salvaron en la última jornada. Aquel día,
el árbitro del colegio madrileño no pitó una mano clarísima dentro del área de Pere Milla en un saque de esquina a favor de los gaditanos ante la incredulidad de los amarillos, que la pasada campaña vieron como a Negredo en el campo de la Real Sociedad le pitaron una mano exactamente igual o la mano a Koke que no fue sancionada en Carranza.
En ese mismo partido, Carlos Del Cerro Grande si pitó una mano completamente involuntaria de Álvaro Giménez, que la tenía pegada al cuerpo, y por la que anularía un gol del submarino amarillo con la que los gaditanos habrían ganado un partido clave en la lucha por la salvación.