Hace apenas diez días, su equipo se proclamaba campeón de la Turkish Cup, tras derrotar a Venezuela, Uzbekistán y Bulgaria sin encajar ningún gol. "Era el primer torneo que ganaba la selección femenina ucraniana en toda su historia. Y las chicas y todo el equipo técnico estábamos contentísimos", recuerda Cortés en una entrevista concedida a EFE.
Al acabar la competición, el preparador catalán podía haber tomado un vuelo directo desde Estambul para regresar a Barcelona, pero él y su preparador físico, Jordi Escura, decidieron ir hasta Kiev para firmar una documentación que les requería el banco. No así su técnico asistente, Jaume Joan Rius, que sí que tomó ese avión de regreso a España.
"Para los ucranianos, la tensión con Rusia en zonas como Crimea o el Dombás no es algo nuevo. Y en la federación nos dijeron que podría llegar la guerra, pero no tan pronto, así que Jordi y yo decidimos hacer esa gestión que teníamos pendiente antes de que la situación se complicara aún más", explica.
Y es que aparentemente nada hacía presagiar que al día siguiente empezaría la guerra, cuando en su primera noche en Kiev salieron a cenar: "Los restaurantes estaban abiertos, la gente paseaba por la calle y parecía todo normal".
Su preparador físico recibió a primera hora de la mañana siguiente un wasap de su hermana, que trabaja en la radio, adelantándole el inicio de los bombardeos.
"Sobre las 7 de la mañana, Jordi me llamó a la habitación del hotel y me dijo: 'Lluís, ya la tenemos aquí'. Empezamos a escuchar las primera sirenas y ahí empezó nuestra aventura", relata Cortés.
Al extécnico del Barça la Federación de Fútbol de Ucrania lo fue a buscar en noviembre, tras ganar la pasada temporada la Liga de Campeones, la Liga española y la Copa del Rey con el equipo azulgrana. Querían que dirigiera al combinado nacional y lo clasificara para el Mundial 2023. Un proyecto que, como muchos otros, la guerra ha truncado de cuajo.
"La situación de Lluís Cortés como entrenador de fútbol está en 'stand-by'. No me parece nada ético ponerme ahora a preguntar sobre mi futuro laboral a mis jefes de la federación cuando algunos de ellos han tenido que ir al frente a luchar, con un rifle en la mano, por su país", reflexiona desde su casa de Balaguer.
Atrás han quedado "la angustia, el agobio y la incertidumbre" de no saber cómo podrían salir de Ucrania tras estallar el conflicto: "Cuando ves pasar los tanques por tu lado o un avión de guerra que hace un ruido ensordecedor por encima tuyo, entiendes que lo que estás viviendo no es normal, pero por suerte nosotros no oímos tiros, ni el estallido de bombas, ni vimos humo, ni muertos, y eso nos ayudó a no sentir miedo".
En permanente contacto la embajada española y la federación ucraniana, Lluís y Jordi consiguieron cruzar la frontera con Polonia después de una odisea de 55 horas.
"En estas situaciones, el cuerpo se adapta y no te pide ni comer ni dormir, solo aguantar. Durante todo el viaje apenas comimos ni dormimos, y luego estamos un día en casa, nos levantamos a las 6 de la mañana y decimos que estamos fatal porque hemos dormido poquísimo. En cambio, allí nos sentíamos con la energía a tope. La adrenalina tiene mucho poder", reflexiona Cortés.
Desde Kiev, la federación les puso un chófer que les llevó en una furgoneta hasta Lviv, al oeste de Ucrania. Y desde allí, tomaron un tren hasta alcanzar la estación polaca de Premyzir.
En ese tren fue donde vivieron los momentos de mayor tensión: "Recuerdo las peleas, el griterío, los empujones para subir a él... y es lógico, porque era el tren que iba a salvar la vida a mucha gente".
Después, llegarían aquellas dos angustiosas horas con el ferrocarril parado en la inmensa oscuridad de la noche en mitad de la nada y otras siete más de eterna espera al llegar al destino en el interminable control de pasaportes.
En cualquier caso, Cortés insiste una y otra vez, durante la conversación, que su preparador físico y él fueron "unos privilegiados" a los que se les ofrecieron todo tipo de recursos para salir del país.
"Cuando llegamos a Polonia, teníamos un coche que nos llevaba a un hotel y, desde allí, un vuelo a Barcelona, pero mucha gente que llegaba a Polonia, luego no sabía qué hacer. Al final, una vez cruzamos la frontera, pasamos a recuperarlo todo, porque nosotros en Kiev no teníamos nada, pero toda esa gente que cruzaba la frontera ya lo había perdido todo y tenía que volver a empezar de cero", apunta con tristeza.
"Yo ya colaboraba con alguna ONG, pero vivir algo así te cambia todo. Cuando lo vives, te sensibilizas multiplicado por cien", afirma Cortés, quien desde que llegó a España no ha parado de mover todos sus contactos para "intentar ayudar" en lo que pueda a la federación ucraniana.
El extécnico del Barça está en contacto con la UEFA, con la Real Federación Española de Fútbol y con otras federaciones como la andorrana para coordinar ayuda humanitaria. Y también está dando difusión, a través de sus redes sociales, a diversas campañas de sensibilización y que quieren llevar recursos a la zona de conflicto.
De las 30 jugadoras que convocó para la Turkish Cup, aproximadamente la mitad se quedó en Estambul, porque sus clubes estaban haciendo una concentración en Turquía, pero la otra mitad regresó a Ucrania.
"Las que siguen en Turquía están preocupadísimas, porque su familia está en Ucrania. Y de las que volvieron con nosotros, algunas están buscando la manera de salir, pero otras se quieren quedar defendiendo su país", relata Cortés.
La mayoría de estas jugadoras están escondidas en zonas rurales o poblaciones más pequeñas, porque en principio son más seguras, "pero no pueden salir para ir a entrenar; para ellas el fútbol ahora es secundario", lamenta su técnico.
Ni Lluís Cortés ni nadie sabe cuánto durará esta guerra. Ni tampoco cómo afectará a la clasificación para el próximo Mundial, aunque está convencido de que encontrarán una solución.
"La federación española se ha ofrecido en lo que necesitemos y la UEFA igual. Seguro que encontraríamos algún sitio aquí para poder montar un campo de entrenamiento e ir dando salida a las jugadoras para que puedan jugar en diferentes clubes, pero esto ahora para algunas de ellas es secundario. Lo primero es salvar su vida y la de sus familias", sentencia Cortés.