El pasado
4 de noviembre de 2020, poco más de un año después de que el
primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed Ali, fuera reconocido con el
Premio Nobel de la Paz, la
Fuerza de Defensa Nacional de Etiopía lanzó una operación militar contra el
Frente de Liberación Popular de Tigray en la más septentrional de las diez regiones étnicas del país. Una reacción del
gobierno federal amparada en un ataque previo a una base por parte del
TPLF (por sus siglas en inglés). El
estallido de la violencia en el norte del país del Cuerno de África se ha traducido en una
catástrofe humanitaria marcada por el reguero de muertos y los miles de
desplazados. Falta de suministros básicos, centros de salud cerrados y saqueados, hambre... La ministra de Mujer, Niños y Juventud,
Filsan Abdullahi Ahmed, ha revelado que tienen documentadas numerosas
violaciones en la región en las últimas semanas. Un panorama terrorífico que ha salpicado al ciclista
Negasi Haylu Abreha, perteciente a la estructura continental del
Team Qhubeka ASSOS, natural de la zona y con quien
ESTADIO Deportivo ha podido contactar. "No puedo decirle mucho sobre mi país. Mi familia está en Tigray y temo perderlos", confiesa el joven corredor, de apenas 20 años, en sintonía con lo que reveló en la web de su equipo hace unos días: "Mi
madre me dijo que no preguntara nunca más sobre la
situación por teléfono por temor a su
seguridad". Durante la comunicación se muestra agradecido por el interés y aclara que le resulta imposible ponerse en contacto con su hogar a través de
internet: "Todo está caído". Las
llamadas, si se producen, son muy cortas. "Hola, Negasi. Estamos bien, todos están bien y te queremos. Ciao", suele contestar su progenitora como norma.
El etíope, que se levanta cada
mañana sin saber si los suyos siguen sanos y salvos, trata de poner toda su
energía en el
trabajo. "Tengo más
estrés, pero estoy esforzándome porque sueño con ser
corredor profesional y poder ayudar a mi familia", asegura a
ED desde Italia, sede europea del bloque sudafricano. "No hay
comida ni agua, han cerrado todo. No hay tiendas ni
negocios abiertos. Mis padres no pueden hacer nada. Mi hermano mayor es
peluquero, pero ahora no puede trabajar. Tengo
tres hermanas menores, en una situación normal deberían estar en la escuela, pero todas las
escuelas están cerradas. Con la ayuda de un amigo pude enviarles algo de
dinero el año pasado", ahondaba el ciclista del Qhubeka, que tampoco se libraba estos días de la cara oscura de las
redes sociales, con un compatriota que le recriminaba que colgara
fotos de sus entrenamientos dado el clima que se vivía en el país.
Un contexto complejo con el que se encuentra muy familiarizado el
experto en historia etíope Mario Lozano Alonso, autor de trabajos como
'Pedro Páez y las Fuentes del Nilo Azul' o el volumen de la colección de arqueología de
National Geographic dedicado a las iglesias de
Lalibela. El leonés, también profesor de la
lengua ge'ez (etiópico clásico), analiza para este periódico las
causas y perspectivas de esta situación de
guerra. "No es tanto un conflicto étnico como de poder. El TPLF ha ostentado durante tres décadas el poder en
Etiopía. Cuando ascendió Abiy Ahmed, este se vio apoyado sobre todo por la parte
oromo del EPRDF, el partido único, a fin de que acabase con el dominio del TPLF en el partido. Y así lo hizo, acusando a muchos de los antiguos cargos de
corrupción. En cierto modo, creo que fue un movimiento ejecutado de manera muy torpe. Resentido, el
TPLF se retiró a su región natal, el
Tigray, donde empezó una política de
hostilidad hacia el nuevo primer ministro. De hecho, cuando el
EPRDF se transformó en el nuevo
Partido de la Prosperidad, el TPLF no fue invitado a unirse, lo que supuso su marginación. Las
elecciones generales previstas para el 2020 fueron pospuestas por el
COVID, pero el gobierno tigriña decidió celebrarlas en la fecha prevista, desafiando al gobierno central, cuyos
resultados (victoria con el 98 % para el TPLF) no reconoció. A partir de entonces, el TPLF empezó a realizar
desfiles militares para mostrar su poder. Durante la época de
Meles Zenawi (1995-2012) el TPLF había cuidado especialmente a la milicia de defensa nacional, que está especialmente bien dotada. Y finalmente el 4 de noviembre se produjo el
ataque a la base del ejército federal de
Mekele, esperando que las tropas se uniesen al TPLF y así poder acceder a su arsenal. Ahí empezó el
conflicto", aclara Lozano, que también valora las
repercusiones en lo que se refiere a los
países vecinos y otros agentes.
"Se sospecha que
Emiratos Árabes Unidos estaría apoyando al ejército etíope con sus
drones, pero no está confirmado.
Sudán, por su parte, ha aprovechado la debilidad etíope para ocupar fértiles territorios fronterizos que llevaban tiempo reclamando. Así, además, esperan poder presionar sobre el asunto de la
Presa del Renacimiento en el Nilo Azul. Y a
Eritrea esta guerra supone un punto a favor de
Isaías Afewerki. Enemigo acérrimo del TPLF y ahora aliado de Abiy Ahmed desde la firma de la
paz, se sabe que la presencia de tropas eritreas en Tigray ha causado
matanzas y destrucciones patrimoniales. Probablemente se hayan producido
ajustes de cuentas en los campos de refugiados políticos eritreos en Tigray. La nueva alianza con
Etiopía supone un alivio para un país que estaba muy aislado. Cabe mencionar por último a
Somalia, país al que le afecta esta situación porque se cree que Etiopía ha estado desplazando tropas destinadas a combatir a
Al-Shabab para luchar con los tigriñas. A pesar de que a finales de noviembre el gobierno federal proclamó su victoria, los del
TPLF se han lanzado a la
guerra de guerrillas. Todavía el gobierno de
Addis no controla el 40 % del territorio del
kilil, si bien controla las principales ciudades y carreteras", concluye el experto en historia etíope y
administrador de la página web 'www.reinodeaksum.com'.
Gebre, en el centro de la tormenta
Más de cerca que a
Negasi Haylu Abreha le ha pillado el conflicto al ciclista sueco de origen eritreo
Awet Andemeskel, del Israel Cycling Academy, que en noviembre
desapareció del mapa en la zona cuando fue a reencontrarse con su familia en
Mekele, epicentro de la guerra. Con el paso de las jornadas,
Marcelino Pacheco, representante del corredor, ofreció algo de esperanza en Marca: "Por suerte, una hermana suya que vive en Suecia nos dijo este martes que están
escondidos esperando que todo pase". Situación similar a la vivida por
Haile Melekot, que vistió los colores del
Aldro y el Caja Rural y que igualmente se vio atrapado tras el desarrollo de los acontecimientos.
Lo mismo sucede con las
atletas nacionalizadas Letesenbet Gidey, nacida en Tigray y que decidió viajar a Etiopía antes de la guerra, y la cinco veces campeona de España de cross
Trihas Gebre, también natural de la región y con quien se perdió el contacto hace meses. Como ocurriera con Awet, una
breve comunicación aplacó algo el temor entre sus más allegados. Un compañero del equipo Bilbao Atletismo,
Iñigo Eseverri, consiguió intercambiar alguna frase con ella. "Nos dijo que estaba bien, que se había tenido que refugiar con su familia en las montañas, que estaba
pasando hambre y tenía miedo, pero que estaba viva", aclaraba en Marca su entrenador durante varias temporadas,
Ricardo Jiménez, a mediados de diciembre. El almanaque sigue deshaciéndose de sus hojas y lo peor de la condición humana no da tregua en Etiopía. Una
calamidad sepultada bajo el tsunami informativo del
coronavirus.