Arnaud Démare (Groupama FDJ), campeón de Francia, sigue en dinámica intratable al sprint y con otra exhibición logró un triplete en el Giro 2020 en la séptima etapa, disputada entre Matera y Brindisi, de 143 kilómetros, en la que el portugués Joao Almeida (Deceuninck Quick Step) mantuvo la maglia rosa.
Démare se siente poderoso, en un estado de forma impresionante que le ha permitido erigirse como emperador del sprint. El de Beauvais, de 29 años, no da tregua. En Brindisi volvió a pulverizar a sus rivales, entre ellos el eslovaco Peter Sagan (Bora) y el australiano Michael Matthews (Sunweb), de nuevo relegados.
Un desenlace previsto dentro de una etapa que se cerró a una velocidad elevada, de 51,2 km/h y con un ligero cambio en la general. Almeida sigue su sueño rosa, pero ahora seguido por el holandés Wilco Kelderman (Sunweb), quien aprovechó un corte de última hora para desplazar al español Pello Bilbao (Bahrain) a la tercera plaza, a 49 segundos.
Hay quienes no esperan ni a la bajada de bandera para atacar. Esta vez fue el caso de cuatro hombres que salieron disparados de la mágica Matera, maravilla Patrimonio de la Humanidad. El pelotón dejó partir a De Gendt (Lotto Soudal), Cerny (CCC), Frapporti (Vini Zabù) y Pellaud (Androni).
Se esperaba viento, y apareció enseguida para poner pimienta a la jornada. En la primera zona abierta empezaron los bandazos, los abanicos produjeron nervios, tensión y cortes en el pelotón. El Deceuninck de Almeida y el Jumbo de Kruijswijk provocaron un buen lío. Un hachazo que dejó delante un grupo de 30 hombres en persecución del cuarteto.
En un segundo sector cayeron en la trampa Pello Bilbao, Fuglsang, Majka y Yates. Un comienzo explosivo que puso emoción a una jornada de transición pensada para otro sprint. Los abanicos arruinaron la escapada. La expedición no pudo abrir camino ante la revolución que se había formado por detrás, y los cuatro pasaron a la disciplina de un tren que llegaba lanzado. Tras el susto inicial, a 96 de meta el grupo de Bilbao se unió al del líder. Sólo Simon Yates quedó descolgado a un minuto.
Tras 60 eléctricos kilómetros volvió la calma. Los favoritos dejaron de darse la paliza por unos instantes y los aventureros iniciales volvieron a la carga. Pellaud y Frapporti, que ya lo intentaron de inicio, pusieron asfalto por medio, pero siempre a tiro de los intereses de los equipos de los velocistas.
Día de sobresaltos. A 45 km de meta una caída masiva rompió el grupo en varias partes. Un escenario caótico entre un amasijo sembró el pánico, si bien no hubo que lamentar lesiones serias. La carrera iba lanzada en busca de la meta de Brindisi, localidad a orillas del Mar Adriático, capital de la región de la Puglia.
Hubo nervios hasta meta. El viento soplaba de costado y todo el mundo quería ir delante, al menos hasta que se consolidara la 'volata' y entraran en escena los esprinters para gestionar el triunfo de etapa. Se rodaba cerca de Brindisi por una ancha autopista pintada en todo su ancho con el colorido de los maillots.
Asomaba Groupama para el triplete de Démare, el Bora para la deseada victoria de Sagan, y el Deceuninck con el fin de guardar las espaldas de Almeida, joven pero desenvuelto en la defensa de la maglia rosa.
Groupama lanzó a Démare de forma soberbia, anulando los intentos de otros equipos, como el UAE, que también buscaba oro para el colombiano Gaviria. El francés agarró la rueda de Sagan que no gana desde el Tour del 2019, y cuando consideró oportuno aceleró para impartir otra lección. Imparable. Tercer triunfo y decimotercero de la temporada. Es su año. Este sábado se disputará la octava etapa, entre Giovinazzo y Vieste, de 200 kilómetros.