Quedan 10 días para que den comienzo los Juegos Olímpicos de París, y aunque ahora mismo todo es una fiesta en la capital gala, y el deporte es el protagonista, hay algunas cosas que van a buscar que una vez que acabe la cita no manche el legado de los cinco aros en la ciudad. Un evento de este tipo necesita mucha inversión e infraestructura, pero no siempre funciona especialmente bien a futuro, por eso en Francia han buscado que las sedes -las de nueva construcción- o sean de 'usar y tirar', es decir, desmontables tras el evento, o que tengan un uso ya estructurado a partir de que se apague la llama olímpica.
El ejemplo a no seguir por los parisinos es el de los Juegos de Tokio, los cuáles vieron modificado su presupuesto en repetidas ocasiones debido al retraso y cambio de planes derivado de la pandemia, hasta terminar costando unos 13.365 millones de euros, por lo que algunos observadores los han calificado como los más caros de la historia. El mayor de los gastos fue la construcción del nuevo Estadio Olímpico de Tokio, también conocido como Nuevo Estadio Nacional, con capacidad para 60.000 personas pero que presentó sus gradas vacías para las ceremonias de inauguración y cierre, además de para las competiciones deportivas que acogió. Esa ventaja la tienen en París, ya que aunque sea muy caro organizar las ceremonia de inauguración en el Sena, jamás será tanto como construir un estadio, algo que se ahorrarán, ya que usarán el ya construido Saint Denus
Respecto a la cita japonesa, el coliseo es propiedad en estos momentos del consorcio Japan Sports Council, conformado por diferentes entes públicos nipones, aunque pasará a manos de un conglomerado privado en 2025. Pese a que el estadio ha acogido diversas competiciones deportivas y eventos tras los Juegos, se prevé que genere unas pérdidas anuales de unos 6 millones de euros en 2023 y 2024, debido a gastos de gestión y mantenimiento.
De las siete sedes deportivas permanentes construidas para los Juegos, la única sostenible financieramente por el momento es el Ariake Arena, que acogió las competiciones olímpicas de voleibol y las paralímpicas de baloncesto, y que posteriormente ha sido escenario de conciertos y otros eventos culturales y deportivos. Un caso diferente es el de la Villa Olímpica: un complejo residencial de apartamentos levantado en la bahía de Tokio y comercializado como viviendas privadas tras acoger a los atletas.
Las 2.690 unidades en 17 edificios se colocaron con rapidez tras salir a la venta, pero en la actualidad más del 30 % de ellas están vacías debido a que fueron adquiridas con fines de inversión, según los medios nipones, que también señalan que sus propietarios aprovechan la popularidad del complejo para solicitar precios de alquiler o de reventa por encima del mercado.
Otro lastre para los organizadores, sobre todo en términos de imagen, fueron los casos de corrupción relacionados con los Juegos. El pasado jueves un tribunal de Tokio impuso la primera multa entre las seis compañías involucradas en el amaño de las licitaciones, de unos 1,14 millones de euros a la segunda mayor firma publicitaria del país asiático, Hakuhodo.