El silencio de
Serra Ferrer no frena las constantes especulaciones sobre su futuro, pese a que el presidente,
Ángel Haro, ha manifestado que "no hay motivos para pensar que Serra no continuará la próxima temporada". Si a la afición del
Betis le dan a elegir entre la continuidad del vicepresidente deportivo y la del entrenador, una abrumadora mayoría tendría clarísimo que sobre
Serra Ferrer debe recaer la máxima responsabilidad para seguir construyendo el Betis del presente y del inmediato futuro.
A
Serra, con pleno predicamento entre los béticos, conviene no debilitarlo, más bien al contrario. Conviene otorgarle más poder en la comisión deportiva que integra junto a
Haro y
Catalán, y en la que se deciden altas y bajas. Puestos a decidir sobre la continuidad de
Quique Setién, mala señal sería que Serra no tuviera un voto de calidad.
Poco ayuda, además, su excasa exposición pública, porque Serra sabe manejar los mensajes que interesa lanzar en cada momento. Impulsar sus comparecencias le convertirían en la voz autorizada -una especie de portavoz- que tanto se echa en falta en el club. Con
Serra tapado, demasiado tiempo ha tardado el presidente en salir a contar tres obviedades que, leídas entre líneas, dejan entrever el adiós de
Setién cuando concluya la temporada y la continuidad de Serra, con quien no se coincide plenamente, pero sí "un 90 ó 95%" a la hora de tomar decisiones.
Serra ha mejorado considerablemente la plantilla del
Betis desde su llegada y, si
Haro y
Catalán aplican la inteligencia y el sentido común, lo lógico será poner en sus manos un crecimiento que esta temporada sufrirá un frenazo considerable si el equipo, como parece, no vuelve a clasificarse para la
Europa League. Aunque el daño económico se subsane con alguna venta millonaria, que parece garantizada, el auténtico éxito en un club de fútbol sólo se obtiene dándole continuidad a los logros deportivos.