Cumplió con su parte el
Sevilla. Goleó a un Rayo que se entregó en la segunda mitad al primer contratiempo y se asegura virtualmente una nueva participación europea, con la posibilidad aún de alcanzar la
Champions. Abrió la lata Promes, a buen nivel en la banda de Escudero. Se lució
Munir: se asocia al estilo
Barça y marcó dos goles. Se reencontró con su instinto goleador
Ben Yedder y con la alegría de una afición entregada al 'Miarma'.
Y completó la ilusión en la grada el canterano
Bryan Gil, con un golazo de pura escuela sevillana. Como cuchillo en mantequilla penetraron los de Caparrós para endosarle una 'manita' a un equipo de ataque atractivo y de defensa de colista de la tabla. Hizo que el partido fuera fácil el
Sevilla. Lo jugó con inteligencia, con paciencia y sin ansiedad pese a la trascendencia de los puntos. Dejó que el
Rayo se recreara en su fútbol de mentira para aprovechar al contragolpe los múltiples espacios que dejaban los centrales del conjunto de
Paco Jémez.
Un rival de cristal fino y transparente. Vistoso, pero enseñando las debilidades por las que se podía romper. Mientras se lucían los de
Paco Jémez con dosis de posesión (la ganaron, 53% a 47%), esperaban los de
Caparrós el robo o el fallo para aprovechar las autopistas abiertas atrás. Tan sencillo parecía, que se obnubilaron los sevillistas en la suerte final, en el estocazo que no supo dar en un primer tiempo en el que generó hasta seis ocasiones de gol.
Triunfo con el que vuelve el Sevilla fiable que ha construido en pocas semanas
Caparrós. Es mucho mejor que el
Rayo y supo plasmarlo sobre el terreno de juego. Portería a cero y otros tres puntos para seguir aspirando a la
Champions.