Lo escribía el otro día. La primera y crucial decisión que deben tomar los dirigentes del Betis, en cuanto la permanencia quede garantizada, es la elección de un entrenador que sepa ganar partidos. El penalti no debió señalarlo Álvarez Izquierdo, ni Pezzella debió sacar a pasear el brazo en el descuento. Al Betis no le respetan los árbitros, pero Víctor tomó decisiones que costaron dos puntos claves.
Se llevó de viaje a Rubén Castro para no darle ni un solo minuto. ¿Reservándolo para el Bernabéu, en el que será mucho más difícil ganar? Cuando el partido pedía cambios con los que tener la pelota y aprovechar el cansancio de un Depor fatigado, se limitó a acumular a jugadores defensivos -sacó del campo a Pardo- para acabar con tres centrales, dos laterales diestros -Piccini y Rafa Navarro-, dos zurdos -Durmisi y Álex Martínez-, Petros y sólo dos jugadores ofensivos: Ceballos, agotado tras estar de nuevo en todas partes, hasta en la entrevista televisiva -queja incluida-; y Sanabria, ni un solo remate a puerta.
El partido era de empate. Pudo sentenciar Ceballos en jugada genial, pero el Depor tuvo un palo y Andone perdonó antes del 1-1. Duele, por el penalti riguroso, pero es muy antiguo: quien juega a no perder, acaba, como mucho, empatando. Víctor sólo ha sabido ganar 13 de los 61 partidos que ha dirigido en Primera. Ganó el casting que le trajo al Betis. Sus números piden otro.