Pudo sentenciar la eliminatoria. Pudo convertir en trámite la vuelta ante un
Leicester entregado que parecía roto, y en el que incluso se intuyeron diferencias internas y bajada de brazos, pero este Sevilla de
Sampaoli parece decidido a apuntarse a las emociones fuertes. La
Champions es la Champions y no deja el más mínimo margen para el error, ni para la confianza que mostraron los de Sampaoli en el segundo acto. El histórico pase que tan fácil vieron los sevillistas en muchas fases del partido, se hace esperar y queda envuelto en temores con papeles para la épica. El
Sevilla ganó en todas las facetas -en posesión, en disparos a puerta, en duelos aéreos...-, pero le faltó físico en la recta final del partido y la eficacia que tantas veces se le echa en falta para cerrar el partido con una goleada para la historia.
Lo tuvo en la mano gracias a las acertadas decisiones de
Sampaoli y a una primera parte de dominio absoluto. El técnico argentino sentó a su intocable
'Mudo' Vázquez y a
Ben Yedder para apostar por la velocidad de
Correa y
Sarabia. Movilidad y rapidez, y no sólo posesión, para desarmar a un Leicester que mostró las carencias que le tienen a un punto del descenso en la Premier y que le han empujado a la eliminación copera ante un equipo de Tercera división.
Sampaoli tiene recetas propias. Maneja todos los datos y resulta evidente que él, y quienes le rodean, ven el fútbol mejor que el resto. A dos jugadores que no entraban en ninguna de las quinielas les dio la camiseta de titular y ambos tuvieron su señalado protagonismo:
Correa y
Sarabia.
Correa fabricó el penalti que él mismo lanzó y que le paró con reflejos
Kasper Schmeichel. El hijo del mítico portero del Manchester United fue, sin duda, el mejor de su equipo. El propio Correa se sacó la espina marcando el 2-0 cuando más sufrían los de Sampaoli.
Sarabia, el otro inesperado invitado a la fiesta, también disfrutó marcando: suyo fue el golazo que abrió el marcador.
El estado de forma de
Sarabia se asemeja al de
Escudero. Ambos demuestran en cada acción -saliendo ganadores en casi todas en las que participan- que merecen una llamada de
Lopetegui para la selección absoluta (con Sarabia ya contó para la 'Rojita'). Los dos zurdos cerraron la extraordinaria jugada de posesión del
Sevilla, de ida y vuelta a una banda y a otra, con un centro preciso -de Escudero- y un remate de cabeza no menos espectacular -de Sarabia-.
El once inicial no fue la única sorpresa de Sampaoli, cuyos recursos tácticos le permiten inventar una defensa con dos centrales -
Rami y
Lenglet- y un tercero que variaba en función de las necesidades ofensivas o defensivas del equipo:
Mariano,
Escudero o
N'Zonzi. Le lesión de Lenglet, sustituido por Carriço, aportó incertidumbre en la zona de atrás en una segunda mitad en la que el deseo ofensivo cambió de dueño. Con dos centrales lentos y torpes, dos laterales sin recorrido, y un juego bastante rudimentario, en el equipo de
Ranieri tan sólo se salvaron el portero, el acierto de
Vardy,
Albrighton y
Gray, a quien muchos situaban como titular.
El gol del
Leicester, mucho más fuerte en su estadio, deja el miedo en el cuerpo. A estas alturas, en una competición tan exigente, no hay reto que se logre sin sufrimiento. El
Sevilla pudo evitar anoche que el pase adquiera tintes dramáticos, pero ya no hay vuelta atrás. El
Sánchez-Pizjuán iluminado en su exterior, invitando a los sevillistas a la magia del interior, no fue suficiente. Hasta el 14 de marzo queda un mundo, cuatro partidos de Liga: el
derbi ante el Betis, el
Athletic en casa, la visita al
Alavés y el
Leganés en Nervión. Muchos frentes abiertos para un equipo que necesitará encontrar en Inglaterra el espíritu de campeón que lleva dentro para aportar un final feliz a los geniales inventos de Sampaoli.