Con la misma
clarividencia, con el mismo acierto con el que ve el hueco en la portería contraria, Rubén Castro ha puesto elegantemente
en su sitio al extécnico del Betis,
Gustavo Poyet. El delantero bético no se prodiga en comparecencias ante los medios de comunicación, pero suele decir
cosas interesantes cuando habla y, en la magnífica entrevista que le han realizado los compañeros de Radio Marca,
lo ha bordado. Sus sencillas palabras, probablemente, las podría haber expresado cualquier buen aficionado del Betis, pero tienen un valor diferencial: salen de la boca de quien
ha sufrido en primera persona las decisiones arbitrarias de quien ordenaba, mandaba, y a quien había que obedecer. Se confirma que Poyet decidió hacerse el haraquiri. Se empeñó en desaprovechar a Rubén, le amargó la existencia arrinconándolo en la banda y sentándolo dos partidos consecutivos en el banquillo sin darle la más mínima explicación –"yo tampoco se la pedí", ha explicado humildemente- sin advertir que con esa decisión
acumulaba papeletas para su inminente despido.
En silencio, con trabajo, y gracias a que Víctor ha aplicado el sentido común y le ha ubicado en el puesto de delantero en el que siempre ha rendido, Rubén
se ha reivindicado de la mejor manera que sabe hacerlo:
con goles. Le molestaba la suplencia, lógico, pero confiaba en sí mismo y se ha sentido respaldado "por el club y por todos sus compañeros". La afición, de forma mayoritaria, también respalda al máximo goleador de la historia del club. Si alguno ha dudado, o duda de él, que tenga en cuenta en su valoración los datos que el propio Rubén ha desvelado: nunca ha ganado más dinero en el Betis por goles anotados y necesita jugar
"muchos más" de 20 partidos para lograr el último año de contrato que tiene apalabrado. Parece evidente que
antepone la gloria deportiva a un dulce retiro millonario que habría tenido garantizado aceptando alguna de las exóticas ofertas de petrodólares que tuvo sobre la mesa.
Tan explícito como con su difícil situación, lo ha sido con la de otros dos compañeros a los que Poyet tenía en el ostracismo:
Dani Ceballos y Donk. Para Rubén, tan incomprensible era tener apartado al "
futbolista con más calidad" del plantel, pese a que entrenaba como el que más y nunca bajó los brazos ("para mí deben jugar Dani Ceballos y diez más", ha llegado a comentar); como no aprovechar a Donk cuando no existía ninguna razón para no contar con él y cuando todo el mundo veía que "
necesitábamos su juego aéreo".
Los puntos sobre las íes. Sin dañar gratuitamente a quien poca historia ha dejado en el Betis, pero dando la razón a los béticos inteligentes que veían desde fuera, desde la grada, lo mismo que Rubén desde dentro, en el interior de la caseta. Como prefieran. Rubén Castro y punto en boca, o
Rubén Castro y amén.