Quique Sánchez Flores no está mejorando a Diego Alonso. Una evidencia matemática que cae por su propio peso y que, en otro contexto, avivaría el debate sobre su continuidad en el banquillo del Sevilla FC, que lógicamente existe. Ni las limitaciones económicas por las eliminaciones en Europa y la Copa del Rey pueden ni deben apagar un espíritu crítico que no sólo se dirige al técnico madrileño, sino también al director deportivo, a examen como en verano con el fin de comprobar si logra reducir la enorme masa salarial de la plantilla y hacer sitio a un par de fichajes más. Pinta mal para Víctor Orta, que, a poco más de cinco días para el 'deadline' invernal, no ha logrado 'colocar' a los descartes (Gattoni, Januzaj, Joan Jordán, Rafa Mir) ni convencido a los que sí manejan ofertas jugosas (Suso, Rakitic, Acuña) de que las aceptan. Al borde del descenso y con un panorama dantesco, sorprende que nadie quiera abandonar un barco a la deriva, pero aún lucrativo.
Volviendo al entrenador, las cuatro derrotas consecutivas en LaLiga han sido una losa para su crédito, engordado con el 0-3 inaugural en Granada y rebajado sólo un poco con el 1-0 del 23-D en el Metropolitano. Desde entonces, las sensaciones han ido de mal en peor, con un rayo de luz en Ferrol (cumplió sobre la bocina) y un nuevo fogonazo ilusionante en Getafe. Lo del no penalti y la eliminación del torneo del K.O. son seguramente lo de menos, porque pocos compraban ya ese discurso del camino más recto (único, en realidad) hacia el Viejo Continente. Habrá quienes agradezcan que ya no haya distracciones entre semana, porque el Cádiz CF está sólo a punto y acaba de gastar su 'bala' con Mauricio Pellegrino. En este tiempo, por el Sánchez-Pizjuán han desfilado ya José Luis Mendilibar, el ex seleccionador uruguayo y Quique. Y no hay atisbo de mejoría.
Los últimos gestos del hijo de Isidro no han sentado nada bien tampoco a algunos miembros de consejo de administración, desde donde se filtra que no tiene una confianza ilimitada por ser el tercero en el banquillo ni se van a bajar los brazos de confirmarse que han vuelto a errar el tiro. Ya se buscará el dinero donde haga falta, añaden. No sólo a Orta ha sorprendido que apenas esté confiando en Agoumé, pese a que estuvo de acuerdo en su llegada y el chaval dejó plantado al Marsella con la promesa de que aquí jugaría. Luego, las malas lenguas (ya con lo de Guardado y Pellegrini en la otra acera deberían saber que todo trasciende) hablan de un pique subido de tono entre Mejbri y Mariano en un entrenamiento que terminó con ambos fuera de la lista ante el Atlético. Y lo peor no es que tomara esa decisión, salomónica y seguramente merecida, sino que ese incidente provocó un pequeño cisma en el vestuario.
Por no gustar, tampoco gustó su actitud este jueves, atendiendo con normalidad a Movistar Plus y convirtiendo el gesto de Ricardo Sierra de no preguntarle por lo deportivo tras el trágico accidente en el que murieron tres personas (dos hinchas sevillistas, a los que se unió el viernes un tercero de la misma familia, y un camionero) en un dogma para dejar con la palabra en la boca a los medios oficiales y a los acreditados en la rueda de prensa. Porque ven la defensa del respeto a las familias loable, aunque no su insistencia en que no se debió jugar el partido, opción que nunca estuvo sobre la mesa y que dejó algo cortado al presidente, José María del Nido Carrasco, cuando fue cuestionado por Mónica Marchante. Entienden algunos directivos, señalados por parte de la afición también pero 'obligados' a secundar luego ese 'silenzio stampa' para no quedar como insensibles, que se podían haber separado las dos cuestiones y no dejar solos a los futbolistas contra un nuevo agravio arbitral.