Jorge Sampaoli es un técnico muy particular, qué duda cabe. A sus 62 años, tiene una energía envidiable sobre el verde, lo que a veces le juega malas pasadas. Acumula nueve tarjetas amarillas (una doble) y una roja directa en 26 partidos como técnico del Sevilla FC en esta segunda etapa. Profeta lejos de su Argentina natal, sus cinco títulos llegaron en Chile, uno con la 'Roja' (Copa América) y cuatro con Universidad (una Copa Sudamericana y dos de campeón nacional), pese a que ha dirigido a la Albiceleste y, en los últimos tiempos, a históricos como Santos, Atlético Mineiro y Olympique de Marsella. En Nervión, como le pasa a todo el mundo alguna vez en muchos sitios, hay quien no le traga. Quizás por la forma de marcharse en el verano de 2017, forzando a Pepe Castro a que rompiera su contrato para ser seleccionador de su país. En su sector crítico los hay que no le perdonan aquella 'espantá', pero también quienes entienden que, tras tres años con un sello y una identidad (mejores o peores) con Julen Lopetegui, este bandazo no era la transición más oportuna.
A favor de este segundo sugbrupo está que las filosofías del vasco y el casildense son prácticamente opuestas. Por eso, hasta después del parón mundialista no se observaron mejorías notorias en el juego y los resultados. Es cierto que, justo tras su llegada, el Sevilla acumuló cuatro partidos sin perder (tres empates y una victoria), pero, hasta que se interrumpió el fútbol oficial por la magna cita a orillas del Golfo Pérsico, fueron más tristezas (cuatro derrotas) que alegrías (tres triunfos). La buena marcha copera y la reactivación como local en LaLiga permitió un voto de confianza generalizado, aunque el K.O. sobre la bocina en Girona por un error postrero de Nianzou despertó a los 'opositores' de Sampaoli, deseosos de desenterrar el hacha de guerra. Las filtraciones, créanlo, fueron muchas y en diferentes instancias, siempre con público para testar la respuesta del aficionado: que a Monchi se lo habían metido con calzador, tiene al vestuario loco, primeros contactos con Bordalás... Hasta el preparador alicantino confesaría entonces que había oído campanas desde el Sánchez-Pizjuán.
Llegó una buena dinámica como local que, pese a resbalones con involución incluida como el del Camp Nou, sacó a los blanquirrojos del descenso, a cuatro puntos en la jornada 21. El Rayo Vallecano impidió el despegue como visitante, el PSV se quedó a las puertas de remontar el 3-0 de la ida en la UEL y Osasuna se encargó de dinamitar el idilio con la 'Bombonera', un caldo de cultivo ideal para que los detractores del entrenador sevillista vuelvan a escena, con similares rumores y más ruido mediático si cabe. Las miradas vuelven a estar sobre el argentino, que no quiso excusarse en el brote de gripe (A) que ha mermado el vestuario en la semana anterior a medirse con los navarros, excluyendo a jugadores del cartel y forzando a otros, como Ocampos, ha actuar muy por debajo de la condición óptima. Para el caso, pensarán los que no le tragan, da lo mismo. Más vale que se dejen de ínfulas europeas y se aten cuanto antes los 5-6 triunfos que faltan para amarrar la permanencia, que sería más factible con otro concepto más conservador y eficiente, cuentan en privado.
En esta ocasión, Sampaoli no se ha quedado callado, esperando a la rueda de prensa del próximo viernes antes del desplazamiento a Madrid para enfrentarse con el Atlético. Aunque hacía bastante tiempo que no le daba este uso, el míster suramericano utilizó sus redes sociales para alistar a las masas y mandar un mensaje a navegantes: "Sevilla me enseñó que nunca hay que rendirse. Confíen en este equipo. A seguir unidos y organizados". El propio club le contestaba en Instagram asegurando que "aquí no se rinde nadie", zanjando la cuestión con un grito de ánimo: "¡Vamos, equipo!".